El Alipori #41 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
Las plantas contentas y yo con los calcetines charco
Comió el queso y el pan y bebió el vino con ganas y agradecimientos. Yo estaba encantado. Recordé aquel versículo del Sutra del Diamante que dice: «Practica la caridad sin tener en la mente idea alguna acerca de la caridad, pues la caridad, después de todo, sólo es una palabra». En aquellos días era muy devoto y practicaba mis devociones religiosas casi a la perfección. Desde entonces me he vuelto un tanto hipócrita con respecto a mi piedad de boca para afuera y algo cansado y cínico… Pero entonces creía de verdad en la caridad y amabilidad y humildad y celo y tranquilidad y sabiduría y éxtasis, y me creía un antiguo bhikkhu con ropa actual que erraba por el mundo[…]
Jack Kerouac - Los Vagabundos del Dharma
Otra semana más, otro Alipori.
Está siendo lluviosa y gris, al menos en Madrid.
Pero (y antes del pero, blablá), mientras estaba siendo soleada, me encontré a una amiga camino del gimnasio (¿para qué ir si no es para hablar de ello?) y empezamos a charlar. Para compensar el día primaveral y precioso que hacía, el tema que elegimos fue las cosas malas que te suceden que están fuera de tu control.
En pocos minutos llegamos a una conclusión y a su negación.
Hay una famosa frase de esas un poco de mierda, en este caso de Fenelón: “El que no ha sufrido, no sabe nada. No conoce ni el bien ni el mal, ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo.”
Pero no por ser una frase de mierda tiene menos razón. Sí, sufrir es abono (de la misma forma, las plantas crecen con mierda y muerte a su alrededor, y también con la lluvia que te chafa el pícnic), pero también el hospital cura y nadie en sus cabales quiere ir. A lo mejor la mayoría preferiríamos no conocernos a nosotros mismos ni a los hombres ni el bien ni el mal porque siendo un niño, a ratos, también se está bien.
La conclusión y su contrario, que vienen a ser lo mismo. No es menos cruz la cruz porque exista la cara, ambos son moneda. O el día y la noche, ambos hacen un ciclo de 24 horas, aunque parezcan opuestos. Pues algo así, pero conceptual. (Sí, pero).
En otro tema, ayer por la mañana me releí el cuento/historia corta (odio la palabra relato tanto como la palabra manuscrito) Un buen día para el pez plátano, de J. D. Sallinger.
Es el cuento perfecto.
Lleva algo menos de diez minutos leerlo y está disponible gratis en el enlace. (Desde el Alipori se condena la piratería, aquí está disponible para ser comprado, pero Sallinger ya no vive. Guiño. Guiño.)
Construye, en tres escenitas, varios personajes enormemente complejos, en particular Seymour. ¿Cómo lo hace? A través de lo conversacional, lo cotidiano, que va adquiriendo una carga cada vez más fuerte, como el agua en una olla calentándose poco a poco hasta que burbujea y desaparece.
De alguna forma la idea anterior tiene su eco aquí. ¿Es bueno el aprendizaje, la maduración cuando hace encoger?
La teoría del iceberg
En Un buen día para el pez plátano, Sallinger utiliza una técnica literaria, llamada del iceberg. Esta fue creada, o descrita, por el novelista Ernesto Hemingway, que también fue un maestro en su uso.
Y sí, es cierto, es una teoría literaria, algo un poco nicho, pero prometo que tiene interés para cualquiera.
Así lo explicaba él (don Ernesto):
Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.
¿Qué quiere decir esto en versión corta? El principal motivo de una historia jamás se menciona.
Los personajes están condicionados por algún gran evento previo, sea la guerra, un divorcio, un aborto, que jamás es mencionado ni explicitado en el texto, pero que, gracias a la insinuación en conversaciones, gestos y comportamientos, se infiere.
¿No funciona así también, de algún modo, la vida? (Prueba de que la teoría era útil para no literatos también.) ¿Es cierto que adquiere más peso lo que no se explicita?
Cuando conoces a alguien, no sabes todo lo que lleva detrás (el famoso baggage de las sitcoms americanas), todos los eventos que han definido esa personalidad, pero si el narrador es bueno (ejem, dios o el aire o quién sea), deberíamos de poder intuir todo eso que no está dicho.
¿Convendría destruir el iceberg? ¿Es acaso posible? ¿Es cada uno consciente de cuánto de su “sí mismo” (si es que eso existe en realidad) arrastra bajo el agua, mientras muestra un piquito luminoso de hielo?
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy quería recomendar Basilisco, de Jon Bilbao. (Aquí, versión ebook).
Este libro me ha sorprendido mucho en todos los sentidos. Para bien (sobre todo al principio), y para mal (sobre todo al final).
Pero lo bueno es tan bueno que somete a lo malo, lo devora y escupe sus huesos para que se los coma el desierto.
Cuenta varias historias paralelas sobre un escritor español en el presente y un personaje llamado John Dunbar en el oeste americano del siglo¿XIX?. (Nunca se especifica la época, pero debe estar por ahí.)
Las historias americanas, sobre todo las primeras, están perfectamente contadas y enganchan. Produce la sensación de placer que sólo genera un texto bien escrito, una escena de cine bonita, una canción que tiene ese nosequé que parece que ya la conoces o que siempre estuvo ahí y el artista sólo la excavó del aire.
Sin embargo, poco a poco se vuelve más fantasioso, da un pequeño mortal para que todo encaje (ojo, puede gustar, pero para mí es demasiado), y pierde ese ritmo casi de infancia y corneta que había en los capítulos más desérticos.
En fin, supongo que toda la parrafada de antes se podría resumir así: “me lo leí en dos días. Mola”.
Recomendado.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, traemos a dos grupos/artistas diferentes.
El primero es Thiago Pethit, un compositor brasileño que hace una música extraña, orquestal y muy moderna.
Este disco entero, “Mal dos Trópicos”, merece mucho la pena. Pethit genera un ambiente de terciopelo y papaya, como sólo realmente sabe generar la música brasileña, que se combina con una cierta gravedad llena de humo y prisa que me ha hecho pensar en ¿Nueva York?
Quizá es porque él es de Sao Paulo y esa ciudad es exactamente la combinación de esas dos sensaciones, y este tío más que un disco ha hecho un mapa de sus interiores desenrollados por la ciudad.
O a lo mejor me lo estoy inventando, pero el disco sigue siendo una maravilla.
Además, quería recomendar el nuevo disco de Mars Volta.
Realmente, no recuerdo una sensación similar a verles en directo allá por 2008 o 2009. Una canción de cinco minutos se convertía en una locura de 15, con solos de guitarra como si Santana se hubiese tragado cien tornillos cubiertos de ácido, percusiones afro-caribeñas extasiadas, un saxo Coltranesco, y la batería tocada al nivel de los mejores demonios. Bueno, que nada me ha interpelado de una forma tan directa al intestino como este grupo.
Ahora están mayores (no tanto, pero están en esa época de su vida de bajar la ruedita del volumen), y después de años de disolución/silencio, han vuelto con un disco pop que también es buenísimo. Pero, no contentos con eso, han sacado una versión acústica de este último disco bastante chula, con mayor protagonismo de la percusión sin pasar por filtros locos, y en el que se puede apreciar su genialidad disonante/armoniosa.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!