El Alipori #45 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
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Leemos en profundidad por diversos motivos, la mayoría de ellos conocidos: que no podemos tratar con suficiente profundidad a las personas; que necesitamos conocernos mejor a nosotros mismos; que requerimos conocimiento, no sólo de uno mismo y de los demás, sino de cómo son las cosas. [...] Te insto a que encuentres lo que de verdad se acerca a ti, lo que puede servirte para sopesar y considerar. Lee en profundidad, no para creer, no para aceptar, no para contradecir, sino para aprender a compartir esa única naturaleza que escribe y lee.
Harold Bloom
Pues se me pasó el jueves como una exhalación (definición 4. f. p. us. estrella fugaz, tiene más sentido de lo que pensaba), y aquí estamos otra vez, Alipori de viernes.
Lo primero de todo, un agradecimiento. Muchas gracias a los que donaron a través de Ko-fi y a los que compraron ropa y tazas en el Tiendipori. También a los que quisieron y no pudieron.
Lo segundo de todo (de ese todo autocontenido que es el Alipori #45), una observación. Si en algo me jode la edad, por ahora, más allá de que mi muerte está más cercana (obvio, cada día un día) y me gusta vivir, es en que ya no veo a nadie (salvo a Blanca) a menos que quede de manera específica con esa persona.
Realmente no me gustaba nada ir al colegio ni a la universidad, pero iba y veía amigos y hablaba, sin prisa, de nada. Era así de fácil.
Me pregunto si todo esto es sólo nostalgia ilógica o si es algo real, un empeoramiento verdadero de la vida.
Lo tercero de todo, una pregunta. ¿Vivir siempre fue sólo esto? Últimamente siento una especie de aburrimiento, que también creo que percibo en los demás, una especide de estasis (que no éxtasis). Cada día se parece mucho al anterior. Y quizá la revolución digital generó la ilusión de que no iba a ser así, cuando precisamente hizo lo contrario, volver todos los días pantalla y silla.
De media, tenemos algo menos de 30.000 días en la tierra, incluyendo unos 6.000 de infancia que olvidamos. ¿Tiene sentido que se parezcan tanto unos a otros?
Además, hay algo que me hace temer por el mundo, y es que entre el aburrimiento y el dolor, ya se sabe lo que elige siempre la humanidad.
Una defensa ambivalente de la ficción
Poca gente lee.
En general.
Es cierto que leer es difícil, no lo vamos a negar aquí. Requiere de una ingesta activa (estar atento a lo que se lee) en lugar de la pasiva de la televisión.
Supongo que cuando sea posible mazarse con algún tipo de ejercicio pasivo o alguna dieta mágica, pues irán al gimnasio cuatro raros. Es la evolución humana inevitable.
Pero lo que más me choca no es el hecho de que haya pocos lectores (quizá, realmente, haya ahora más lectores que nunca, pero lo bonito es hablar sin saber, y esto es una impresión: al menos mi generación lee poco), es que la mayoría de gente con la que hablo, en particular los hombres, si leen, es casi exclusivamente libros de no-ficción.
No sabría decir si es porque la necesidad de ficción está cubierta por las series, o si es por la tiranía de la utilidad (siempre aprender, siempre buscar un conocimiento práctico), pero en cualquier caso, cada vez se lee más como aprendizaje y no como entretenimiento.
Y ahí es donde entra la frase del inicio, del crítico literario Harold Bloom.
No podemos tratar con suficiente profundidad a las personas.
Sin embargo, hay un atajo. Hay un crecimiento interno posible a través de la lectura que quizá sólo permita este formato, una especie de comunicación directa de cerebro de escritor a cerebro de lector o de alma a cerebro o lo que se quiera, pero en el fondo una comunicación de una perspectiva, de un lugar en el mundo, de pensamientos y sensaciones que otras formas de arte no pueden transmitir.
El cine y las series permiten un nivel de emoción y de belleza visual y de adrenalina al que la palabra no puede aspirar, pero hay algo especial en estar dentro de la cabeza de alguien cuando ese alguien sabe desenrollar sus pensamientos sobre el papel.
¿Qué hay que no se pueda aprender de aquí?
La iglesia está tocando un triste "Kathleen" soplado por el viento en las campanas de los barrios bajos mientras me despierto todo deprimido y pegajoso, gimiendo por otra borrachera y gimiendo sobre todo porque había arruinado mi "regreso secreto" a San Francisco emborrachándome tontamente mientras me escondía en los callejones con los vagabundos y luego marchando hacia North Beach para ver a todo el mundo, aunque Lorenz Monsanto y yo habíamos intercambiado enormes cartas en las que se esbozaba cómo entraría sigilosamente, le llamaría por teléfono usando un nombre en clave como Adam Yulch o Lalagy Pulvertaft (también escritores)...
De hecho, el propio Bloom dice que:
Hay partes de ti mismo que no conocerás del todo hasta que conozcas, lo mejor que puedas, a Don Quijote y a Sancho Panza.
Y creo que tiene toda la razón.
Pero bueno, se podría decir esto también de Walter White y Jesse Pinkman, pero de algún modo, ¿de forma distinta?
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy, precisamente, quería recomendar El Tao de Pooh, un libro de no ficción de Benjamin Hoff (aquí, versión ebook) que es una muy interesante metáfora/explicación del taoísmo a través de los personajes de Winnie the Pooh.
El taoísmo es una de esas filosofías que intenta ir más allá del dualismo lógico. La verdad detrás de la verdad. Una cosa y su contraria, al mismo tiempo.
En el pensamiento occidental no tenemos demasiadas corrientes de este estilo, ya que desde hace mucho tiempo se tomó a la lógica como el patrón oro (otro enfoque, sin más, desde luego más útil a nivel técnico), y a nivel económico/productivo no ha ido mal, pero este tipo de filosofías de lo inherente, de lo que está más allá, en el lugar o fuente de la que creo que es de donde salen las canciones y las historias buenas de verdad cuando el que las interpreta se vuelve transparente y le atraviesan, siempre me han atraído.
En fin, el osito Winnie es un buen ejemplo de vivir en el presente, conforme a lo que suceda, sin entrometer el cerebro siempre como interacción con el mundo.
Creo que a muchos no nos vendría mal.
El libro deja grandes frases y conversaciones como:
-¿Cómo lo haces, Pooh?
-¿Hacer qué? -preguntó Pooh.
-Hacer tan poco esfuerzo.
-No hago mucho -dijo.
-Pero todas tus cosas acaban por hacerse.
-Es como si se hicieran solas -dijo.
o
El problema principal con esta gran obsesión por el ahorro de tiempo es muy simple: no se puede ahorrar tiempo. Sólo se puede gastar. Pero se puede gastar de manera inteligente o estúpidamente.
o
Ya sea pesado o ligero, húmedo o seco, rápido o lento, todo tiene su propia naturaleza, y ya dentro de ella no puede ser violada sin causar dificultades. Cuando las reglas abstractas y arbitrarias son impuestas desde el exterior, la lucha es inevitable. Sólo entonces la vida se vuelve agria.
Esto último puede sonar conformista, pero creo que para nada es esa la intención. Algo sólo adquiere fuerza (incluso un cambio) cuando trabaja con cómo-son-las-cosas.
¿Es mejor coger una ola en el sentido en el que va la ola o en el contrario? Hay algo muy humano en inventar maneras para comer sandía en invierno, lo que es ingenioso y valioso, pero ¿no es mejor comerla en verano? Trabajar con las circunstancias hacia su mejor opción posible.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, quería recomendar uno de mis discos favoritos: Shadows Collide with People, del monstruo, el figura, el águila, el pirámide: John Frusciante.
Frusciante, también guitarrista de los Red Hot Chili Peppers, sacó este disco, entre muchos otros, en solitario. Quizá es algo triste, pero es precioso.
Es que no hay ni una canción mala.
Mezcla guitarras acústicas, coros de voces con bajo, batería y sintetizadores, para hacer algo totalmente suyo.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
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Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!