El Alipori #46 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
46 es un número de tipo Erdős–Woods, y de tipo Wedderburn-Etherington. También son 46 las estrellas en el manto de la Virgen de Guadalupe.
Non sei se podo vivir sen ti,
pero iso éme igual.
Non o quero probar.
Cada vez que mires atrás,
sempre hei estar aquí.
Oliveira dos cen anos - C. Tangana
Un año tiene 52 semanas y pico. Ya casi estamos ahí, sólo 6 más.
Todo por no contratar a un terapeuta y así evitar contarle mis cosas y verle la cara de “qué coñazo”.
A veces pienso que sólo estoy externalizando mis problemas (mis movidas, de repente, parece mejor palabra), enviándolos hacia los lectores y restregándoselos por la pantalla.
Pero también que quizá sacar los pensamientos y evitar que sigan rebotando entre las paredes del cráneo, comunicarlos y compartirlos con otros sea algo bueno, algo que muestra que nadie está realmente solo, porque, sí, seremos algo distintos, pero no tanto.
Si alguien cuenta sus mierdas de manera sincera, es posible que otro se vea reconocido. Eso ya es algo. Y si a alguien no le gusta, pues es como si no le gusta una nube. No importa demasiado, hay más, ya se irá.
Por lo demás, esta semana vi un par de conciertos, me puse como un maniaco a escribir el libro sobre el viaje que hice el verano pasado por el Mississippi, y sudé y bebí mucha agua.
No mucho más. Lo que toca en verano, supongo.
Bueno, sí, algo más. También me obsesioné con el himno del centenario que ha hecho C. Tangana para el Celta, hasta el punto de escucharlo veinte veces seguidas e ir cantándolo sin parar y ser molesto como un gato en celo.
De hecho, siempre que a Blanca le gusta una canción, la escucha hasta quemarla en los fuegos más profundos del infierno, y yo nunca lo entendí. Hasta que llegó una canción que canta sobre el Celta.
En fin.
Sra. Robota
Estaba pensando también en cuántos Aliporis harían falta para que un robot pudiese imitar el estilo aliporiano a la perfección, y que ni mis familiares ni amigos pudiesen distinguir silicio de carbono.
La palabra robot viene del checo ‘robota’, que viene a significar algo así como trabajo forzado o servidumbre. ¿Cuánto ha tardado la humanidad entre pseudo-prohibir la esclavitud (en algunos sitios sigue activa) y generar un nuevo tipo de esclavo? La cabra tira al monte. Puede que para cuando tengamos robots, aún ni hayamos conseguido eliminarla.
Lo curioso es que esos mismos neo-esclavos cibernéticos estarían construidos (al menos hasta el establecimiento del ordenador cuántico) sobre circuitos hechos con materiales obtenidos, en muchos casos, mediante algo que se podría definir como trabajo forzado o servidumbre. La esclavitud autocontenida, la doble capa de la servidumbre.
¿Cómo no aceptar un trabajo en el que pagan una miseria por deslomarse en una mina junto a miles de personas si es lo único que hay y todo lo demás está destrozado por guerras eternas? ¿Cómo no comprar un ordenador y un móvil si está a un precio razonable y te hace falta para el mundo moderno? ¿Cómo no ser un robot y hacer lo que te manden si es lo que eres (si es que eres alguien y no algo)?
Dicho esto, que me voy por la tangente (aunque en este caso sea más importante que la propia línea), ¿querría yo un sustituto robótico? ¿Es el trabajo (no forzado) algo que nos define como personas o simplemente es una ocupación, una venta del tiempo que tenemos?
Pues no lo sé. En mi caso, en parte me gusta escribir esto, me ayuda a pensar, incluso a generar ideas nuevas con los dedos, pero si el jueves por la mañana me propones el texto robótico y es bueno, o al menos creíble, lo acepto al 99%.
Este es un gran reto del futuro. ¿Es el trabajo sólo un intercambio dinerario o es algo más? Supongo que depende, como todo.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy, en el Literapori, quería recomendar Las Intermitencias de la Muerte, de Jose Saramago (aquí, versión ebook).
Siempre me he sentido un poco como la pelota en Match Point cuando leo a Saramago, no sé si entrar o no. Siempre bordeando la red.
Este libro tiene una premisa muy interesante, como siempre con este autor. En un país en particular, un país sin nombre, a partir del 1 de enero la muerte deja de actuar. Nadie muere. Ni aunque caiga desde cincuenta metros y se espachurre los huesos.
Se forma una mafia de traslado de moribundos a la frontera (donde sí mueren), colapsa el sistema sanitario, económico… Nadie sabe qué hacer.
Al igual que las ideas de Saramago siempre son increíbles, el desarrollo siempre se me queda algo soso.
La novela se divide en dos, y en la segunda parte, una mujer llamada muerte (con minúscula) decide volver a matar, pero avisando una semana antes mediante una carta. Sin embargo, la carta destinada a un chelista en particular siempre se la devuelve el cartero a la muerte sin abrir. No se quiere morir.
No cuento más.
Como podéis ver, la idea es genial. Os dejo a vosotros decidir si os gusta el desarrollo.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, creo que la elección era obvia: Oliveira Dos Cen Anos, el himno que ha hecho C. Tangana para el centenario del Celta.
Si Rosalía es Superman, C. Tangana es Batman. No tiene demasiadas habilidades, pero ahí está, al final siempre lo saca adelante.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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¡Hasta pronto!