Semanas y risas,
Cincuenta Aliporis llegan,
Vínculo constante.Mensaje compartido,
Cincuenta veces latiendo,
Correo sincero.
Haiku al estilo de Basho escrito por ChatGPT sobre el número 50 del Alipori
Hay días en los que tener cuerpo es una putada. (Aunque también imagino que ser una IA, y verse forzado a escribir esas mierdas, tampoco debe ser, por decirlo suave, la pera limonera.)
Hace una semana, de viaje en Islandia, delante de la cascada de Seljalandsfoss (parece un nombre inventado, pero googleadla, es preciosa), se me juntó el estar ante algo celestial —un retumbar de agua contra roca que era a la vez creador de verdor y humedad y ríos — con un terror casi visceral por la fuerza de la caída y el retumbar del impacto, y con un simple dolor de tripa.
La molestia de estómago es lo más parecido que existe a un nivel interno a un atasco cuando llevas prisa. O a un metro lleno. De manera literal, obviamente, pero también a nivel de sensaciones: genera una cierta tensión que, en realidad no viene de nadie más que de ti (todo el mundo está sólo viajando, igual que tú), además de un hartazgo y una impaciencia que no ayudan en nada a que el problema termine o sea más llevadero. Uno sabe que no es nada grave, que no es el fin del mundo, pero te acaba tocando bastante los cojones/ovarios/la ausencia de gónadas.
Lo cierto es que al final el sitio era tan bonito que devoró cualquier malestar. Pero no se me quitó del todo esa sospecha de cómo sería el mundo siendo más etéreo, no sintiendo esas tensiones propias del cansancio o el malestar físico.
Y es que si ese dolor/molestia era algo así como un atasco, la tensión o el nubarrón mental que generan son más bien un cristal empañado. (Se nota que pasé muchas horas conduciendo en ese viaje.)
La tensión no deja ver la forma de las cosas, no deja percibir de verdad lo que está delante de los ojos. Cuando uno medita o siente una claridad mental repentina por cualquier otro motivo, todo parece evidente, rotundo… Pero luego la mente, de golpe, se olvida, y vuelve a estar todo empañado.
Alguien de verdad relajado, sin esa tensión, parece no molestarse con nada, fluir como lo haría un río si se encuentra un pedrusco gigante o una rama si se tropieza con otra (Be water, my friend). Pero se nos olvida. ¿Por qué? A veces pienso que es porque queremos. Hay una especie de bienestar o de felicidad ahí, disponible, pero, si ni estar feliz es suficiente, ¿entonces qué coño hacemos?
Como dijo Apollinaire: "de vez en cuando es bueno detener nuestra búsqueda de la felicidad y sencillamente ser felices"
Por cierto, cambiando de tema que para algo esto es la intro, la intención es ir introduciendo pequeñas novedades en esta segunda temporada. Iré probando cosas, y me encantaría que comentaseis qué os parecen.
En cualquier caso, por ser el primero de la temporada, un pequeño recordatorio:
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí. Podéis comprar merchandising del Alipori en el Tiendipori aquí, o invitarme a un café o hacer una donación de la cantidad que os de la gana para mantener esto en marcha aquí.
También recordad suscribiros (si no lo estáis), y suscribir a vuestros amiguitos (que es gratis).
¡Gracias!
El mundo como escenario
Hace unos días me desperté con la convicción grumosa de que todos los personajes que salían en mis sueños eran muertos, gente condenada a actuar en los sueños de otros hasta que pagasen sus penas. Pueden fingir, ponerse caretas. No hace falta que a la persona que veamos sea la que sale. En fin, que actúan.
No sé si es una idea muy plausible. Ni siquiera si es razonable. Pero, al menos es interesante.
De alguna forma, esa imagen se me quedó pegada el resto del día, atascada por las zonas pantanosas del subconsciente. Me planteé, ya con la mente clara, cuánto de lo que hago (esto aplica a todos) es, en sí mismo, una performance.
¿Sería mi comportamiento el mismo estando solo? Seguramente no. Incluso, llevándolo más allá, ¿sería el mismo si no estuviese yo vigilándome a mí mismo? Quizá eso sea el por qué de la proliferación de tantas drogas en la cultura juvenil, en busca de libertad, se busca eliminar incluso esa auto-vigilancia.
Si la vida es sueño, como decía Segismundo en la obra de teatro de Calderón de la Barca (Segis para los amigos), entonces todos somos actores en el sueño ajeno, pero también en el propio, y toda el mundo es un escenario, como también decía Shakespeare.
¿Es posible librarse de esta actuación? No sé si es siquiera deseable. ¿Qué quedaría? ¿Un yo más yo o nada?
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy quería recomendar Ébano, de Ryszard Kapuscinski.
Kapuscinski fue un maestro del periodismo. Trabajó como reportero en la Polonia comunista, y fue uno de los primeros a los que dejaron salir a escribir reportajes sobre el mundo.
Los de Ébano, sobre sus años en África, son emocionantes, están escritos con una finura de pincel de pelo de unicornio, y te transportan de golpe al calor del continente africano. Recomendado para cualquiera.
Aquí, un pequeño extracto:
Alba y crepúsculo. Son las horas más agradables en África. El sol o todavía no achicharra o ya no nos atormenta. Deja vivir, deja existir.
Las cataratas de Sabeta distan de Addis-Abeba veinticinco kilómetros. Viajar en coche por Etiopía es una especie de compromiso que se negocia a cada instante: todos saben que el camino es viejo, estrecho y lleno de gente y vehículos, pero saben asimismo que tienen que caber en él, y no sólo caber sino también moverse, trasladarse e intentar alcanzar sus destinos. A cada momento, ante todo conductor, pastor de ganado o viandante surge un obstáculo, un rompecabezas, un problema que exige solución: cómo pasar sin chocar con el vehículo que viene en sentido contrario, cómo llegar hasta las vacas, los carneros y los camellos sin pisar a los niños y a los tullidos que andan arrastrándose; cómo pasar al otro lado sin caer bajo las ruedas de un camión, sin ensartarse en los cuernos de un buey, sin arrollar a una mujer que lleva sobre la cabeza un peso de veinte kilos, etc., etc. Y, sin embargo, nadie grita a nadie, nadie se enfada, ni maldice, ni blasfema, ni amenaza: todos corren su slalom con paciencia y en silencio, hacen piruetas, esquivan choques y embestidas, maniobran y se zafan del peligro, se agolpan y, sobre todo —lo más importante—, avanzan. Si se produce un embotellamiento, todos, tranquilos y a una, tomarán parte en la operación de desatascarlo; si se forma una multitud compacta, todos, milímetro a milímetro, acabarán solucionando la situación.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, quería traer una banda que me ha tenido obsesionado esta última semana: la Yellow Magic Orchestra.
Esta banda fue formada en el año 1978, en la ciudad de Tokio, por Haruomi Hosono, Yukihiro Takahashi y Ryuichi Sakamoto, tres leyendas, tres pirámides/águilas/namberwáns por sí solos.
Juntos hacen una música que, oída desde el 2023, puede parecer más normal, pero que en su momento significó una revolución. Los compositores de música de videojuegos les empezaron a copiar sin compasión, y mucha de la estética ochentera viene de gente como ellos.
En esta canción del 79, de nuevo se anticipan a todo.
Y si queréis oírles por separado, sobre todo a Sakamoto, que falleció hace poco tras una carrera exitosa y diversa, os esperan muchas horas de disfrute.
Sayonara! (sin baby)
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
Recordad suscribir a todos vuestros conocidos, amigos, e incluso enemigos para que así les llegue un mail que no quieren y se pregunten qué han hecho para merecer semejante castigo, y que de repente lo empiecen a leer y les vaya gustando y se vuelvan fans y te agradezcan la recomendación y os hagáis amigos y te quedes sin enemigos, lo cual es claramente mejor.
Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
Podéis comprar merchandising del Alipori en el Tiendipori aquí, o invitarme a un café o hacer una donación de la cantidad que os de la gana para mantener esto en marcha aquí.
Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!