El Alipori #59 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
En 1459 se libró la batalla de Blore Heath en la guerra entre las casas de York y de Lancaster. 537 años después, George R. R. Martin se basaría en ella para Juego de Tronos: Stark contra Lannister.
“Las historias les suceden a las personas que son capaces de contarlas.”
Paul Auster
Semana cansada, sin demasiada novedad (cansado yo, sin novedad yo, la semana ni existe, ¿qué se va a cansar?), lo que no está mal, según cómo se mire.
Descubro ante mi propio asombro que, a pesar del frío que todavía protesto, me empieza a gustar el otoño. ¿Será que estoy creciendo/envejeciendo?
Los colores tenues, los últimos recodos de días cálidos (sobre todo esos, que a veces hay en Madrid, de sol precioso y amarillento como una yema de huevo que atraviesa todo y lo resalta y lo ilumina y lo mezcla con todo lo demás, y que son de alguna forma más bonitos que los días rotundamente calientes), el saber que si uno se lo pasa bien es porque quiere, no porque el clima lo dictamine.
Quizá sea esa obsesión mía por evitar el comportamiento automático, ajeno, lo que me lleve a esta idea, y es que no hay cosa más común que la felicidad (la de todos es igual), y el verano es muy propicio. Ya lo dijo Tolstoi al principio de su novelón/contrapeso para una grúa Anna Karenina: «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera».
Y quizá, todo hay que decirlo, sea ese el error que lleva a mucha gente, sobre todo en su adolescencia a, de alguna forma, apreciar la tristeza como una marca de algo bueno y profundo, lo que no es.
La tristeza viene bien a ratos, porque educa, y, en general, el que no sufre no aprende, pero no vale para mucho más y enseguida se queda vieja. Es, junto al miedo, la habitación más barata del hotel (si el cuerpo fuese un hotel, claro). Pero sigue teniendo ese allure que, desde aquí, quiero mandar a la mierda.
Me contradigo, quizá. O quizá no. Viva el otoño y la cierta flojera que trae, pero que dure lo que deba durar, no más. Viva el verano también y la alegría, tampoco siempre. Y cada cosa cuando toque. Porque, ¿qué es más optimista? ¿Amar el verano o disfrutar de la lluvia fría? Al final todo se repite.
La ficción de los sentidos
Últimamente he pensado mucho en qué es la ficción, y en por qué hacer ficción de cualquier tipo.
Dice el escritor Benjamín Labatut (detalle digno de radio-patio, pero al menos en las fotos que salen en Google, tiene una cara de intenso que echa para atrás, más o menos lo opuesto que George Martin, pero (¿pero? ¿quizá y?) he encontrado muy buenas críticas a sus dos últimos libros) que la ficción no es, necesariamente, algo que se inventa, sino una forma de mirar lo que hay.
O, lo que es lo mismo, las historias les suceden a las personas que son capaces de contarlas.
El proceso de entender y narrar un evento es el que genera el evento. Es por eso que la predisposición mental ante el mundo y, como es normal, la educación (leer, escuchar, ver, absorber todo lo posible) son tan importantes, porque nuestra percepción es la que construye los eventos de lo que al final especificamos como vida. Y la ficción ajena nos transporta a otro posible entendimiento de lo mismo.
¿Vale de algo el Alipori? ¿Ayuda a la ficción de alguien?
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy quería recomendar Guerra y paz, de León Tolstoi.
¿Qué puedo decir de este libro que no se haya dicho ya una y mil veces? Leedlo, sin más.
Está contenida mucha de la historia de Europa y de los humanos en general. La guerra no parece un tema demasiado pasado de moda. Ni el amor, los celos. Hay un par de palabras raras, y nombres rusos que parecen no terminarse nunca, pero merece mucho la pena el esfuerzo.
Y el nombre León es un gran nombre. Como llamarse Elefante, o Águila. Quién puediera.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, quería recomendar esta versión de I Loves You Porgy, de la ópera Porgy & Bess, compuesta por George Gershwin, y cantada por Nina Simone.
Su voz es rasposa y suave como el terciopelo viejo, o como un Tom Waits refinado que se hubiese tragado una pintura de Hiroshige. De hecho, es tan buena, que consigue que su piano suene como ella. Suena peligroso y triste (lo suficiente) y bello.
Te quiero, Porgy
No dejes que me lleve
No dejes que me manipule
Y me vuelva loca
Si puedes quedarte conmigo
Quiero quedarme aquí
Contigo para siempre
Y me sentiré feliz
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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