El Alipori #70 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
El 18 de julio de 1870, el Papa Pío IX declara la infalibilidad papal en materia de fe y moral. Unos años después, la cancelaría por cansancio. "Echaba de menos ser falible", declaró.
No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
Mario Benedetti
Este número, el 70, viene complicado de escribir.
Lo primero, pedir perdón por el tocho de frase inicial, pero tiene su razón de ser.
El domingo pasado hubiese sido el cumpleaños de mi primo Adrián. Falleció hace ya un par de años tras una enfermedad larga y cruel. Sus hermanos y su padre organizaron un evento, un homenaje muy emotivo, en un monte cerca de Vigo que a él le gustaba especialmente.
Allí, se leyó este poema de Benedetti, que, al que se lo haya saltado al ver su longitud, recomiendo repasar y guardárselo.
Porque de eso va, supongo. De insistir. De darse cuenta de lo increíble que es estar vivo.
Y precisamente de eso habló su hermano, de algo que se me ha quedado grabado y que creo que es enormemente valioso (y que, si no viviésemos en un piloto automático tonto y perjudicial para nosotros mismos, no haría falta que nos lo recordase nada, estaría siempre en nuestro corazón): lo increíble de los días normales.
Quizá no haya nada más cercano a la felicidad que un paseo, una comida rica (o ni siquiera tan rica, una comida disfrutada sin más), una conversación sobre cualquier chorrada, un rato de sol y un rato de lluvia, unos segundos de una canción que salen fugaces de la puerta cerrándose de un bar, una oferta en un escaparate, qué de gente, una película, se va el sol, un bostezo, irse a dormir, repetir. Un día normal, olvidable, perfecto.
Después de que la carne deje de funcionar, ¿quién sabe lo que hay? Quiero imaginar que nadie, por mucho que haya algún loco convencido de que sí o de que no (lo admito, puede que yo sea un loco convencido del quizá), pero, en cualquier caso, eso, para el que está leyendo esto, aún no es, aún la carne tira, y eso es algo especial y espectacular (doble esp, máxima potencia), algo que no hay por qué aprovechar (el mandato de la felicidad, otra de las pequeñas trampas ocultas de la sociedad híper-tecnológica, pero ese es otro tema), pero sí apreciar, saber que es cierto, que no hay más, que los días normales son la hostia y que queriéndolos como lo que son (algo estupendo), los volvemos aún más excepcionales y los vemos en su verdadero color, no tapados y manchados por problemas de futuro y pasado e inseguridades y rayadurías. O sí. O eso también es la vida, y eso también son los días normales. Todo lo bueno y todo lo malo. Todo lo inevitable. Una maravilla en cualquier caso.
Y que hoy (y mañana) vuelva a suceder. Porque no hay más que eso por ahora. Luego, ya se verá.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy, en el Literapori, quería recomendar un librito corto y bastante divertido: La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares.
Parece inevitable hablar de este libro y no mencionar que gente como Borges o García Márquez lo consideraban perfecto. Juro que quise evitarlo, pero es que no puede haber mejor pitch publicitario.
Este libro habla de un fugitivo que cree estar solo en una isla desierta. Empieza a ver a otra gente, y se enamora de una de las personas que vagabundea por la isla, pero se da cuenta de que todos ellos le ignoran cuando se muestra, como si no le pudiesen ver ni oír.
Hasta ahí puedo leer.
Es cortito, se lee en dos tardes y es entretenido. Y, a pesar de tener ya más de ochenta años, tiene elementos muy reconocibles que podrían aparecer en series modernas como Severance, o la propia Lost.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, me vi muy tentado a poner la canción Perfect Day, de Lou Reed, con esa letra absolutamente maravillosa sobre lo genial que es estar vivo y tomar una sangría en un parque e irte a casa y ver una película con alguien a quien quieres.
Un día perfecto
Bebimos sangría en el parque
Y más tarde, cuando oscureció
Nos fuimos a casa
Un día perfecto
Pero he decidido poner este disco de Ryuichi Sakamoto, que incluye una canción que me enseñó Blanca (Merry Christmas, Mr. Lawrence), y que creo que refleja muy bien, aunque no conceptualmente, sí el sentimiento de esta semana.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Hoy me has llegado al corazón. Jopé.