El Alipori #75 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
Em 1775 el científico Christiaan Huygens presentó los dibujos del muelle de espiral, componente clave para la precisión de los relojes. Ahora, el Alipori sale a las 11, y la Champions empieza a las 9.
“Tirar a la basura es un gesto de poder. El poder prescindir de bienes que otros necesitarían; el poder de saber que otros se ocuparían de desaparecerlo. El poder de poseer es placentero; nunca más que el poder de deshacerse: el poder de no necesitar la posesión. El poder verdadero es desdeñarlo.”
Martín Caparrós
Aquí estamos de nuevo.
Espero que esta semana santa se hayan cumplido esos tópicos de “recargar pilas”, “desconectar”, etc.
Porque sí, descansar es necesario.
Pero, ¿en qué momento de la vida las vacaciones dejaron de ir sobre el disfrute y pasaron a ir sobre el descanso? ¿Se ha convertido el descanso en un premio, en lugar de en algo normal y asumido en todo el que vive una vida medio holgada, como la alimentación?
Ayer lo hablaba con un par de amigos. La cultura del “Work hard. Play hard.” (que no creó esa frase, pero sí resumió muy bien) es increíblemente dañina.
Existe, cada vez más, una dictadura de la ocupación, que se desdobla en una obligación a disfrutar el que más, y, por lo tanto y de manera necesaria, a sufrir el que más, lo que implica necesitar de vez en cuando “desconectar”, “recargar las pilas”, etc. Porque si tu vida no fuese tan caótica, tan plena, ¿necesitarías de esa manera el descanso?
Tengo una teoría. Quien quiera, que proponga otra.
Ya no somos una sociedad religiosa. Al menos, mi generación, en el horriblemente llamado primer mundo, es principalmente agnóstica/atea/no practicante/no religiosa. Y, puede parecer una cosa menor, o incluso una algo liberador (que también lo es), pero lo cierto es que ya no hay, a nivel colectivo, un motivo claro por el que estar vivo.
De ahí, la ocupación radical del tiempo. Y, sobre todo, la ocupación radical del tiempo percibida por los demás (redes sociales, discurso con el que se narra uno a sí mismo delante de otros, etc.), porque, es cierto, muchas veces el sentido de nuestras acciones sólo aparece en base a cómo los demás perciben esas acciones.
Uno es más cineasta si le dan un premio en Cannes. Uno es más escritor si le leen millones. Aunque no, aunque sepamos o finjamos que no, en realidad sí. Los demás nos dan algún tipo de motivo temporal para pisar la Tierra. Que es un espejismo, sí, pero durante un tiempo vale, y parece que con eso vamos tirando.
(OJO: No se malinterprete esto de forma emo. No digo lo de falta de motivo en el sentido de ¿para qué estamos aquí?, que mierda, sino en el el de que no hay una causa real para vivir nuestros cien años de rigor si no hay algo eterno, algo que nos crea, nos juzga, nos dice si bien o mal, etc. Ahora creemos colectivamente que sólo estamos por aquí, sin premio ni castigo. Lo que es muy bueno, porque es liberador, pero, quizá por nuevo, todavía es difícil de digerir. De hecho (pequeña digresión dentro de la digresión) la libertad la entendemos como un regalo, que lo es, pero está demostrado que reduce nuestra felicidad. Según bastantes estudios, las sociedades donde los padres y las diferentes autoridades eligen la pareja y profesión de los jóvenes alcanzan niveles bastante más altos de felicidad. La libertad tiene un precio. Es más complicada. Pero aun así, eso creo, es mejor.)
Volviendo al tema. El disfrute, la ocupación, se han convertido en una especie de competición. Los calendarios, las stories, los planes, el no tener tiempo para nada. Yo caigo en ello también. Si no hay motivo para el tiempo, hay que ocuparlo. Para que no quede vacío demostrando lo innecesario que es.
¿Y qué mejor forma de ocuparlo que leyendo el Alipori y comprando todos los productos a la venta? (De repente, toda esta historia para vender más. Qué traidor el autor.)
En cualquier caso, el tiempo, como todo en esta vida más allá de la supervivencia, cada vez más lo pienso en términos de gozo y de atención. Percibir el mundo y disfrutarlo como es. Creo que poco más se puede hacer.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy, en el Literapori, quería recomendar una novela gráfica: Hierba, de la autora surcoreana Keum Suk Gendry-Kim.
Como casi todos los libros de este tipo, se lee rapidísimo. Cuenta la historia de una de las llamadas “chicas de placer” en el frente asiático de la Segunda Guerra Mundial. En realidad, aunque el nombre suene medio alegre, estas eran chicas jóvenes, muchas de ellas menores, robadas de China y sobre todo de Corea, que el ejército japonés utilizaba como esclavas sexuales.
La historia es durísima. Está contada sin piruetas; acción tras acción tras acción. No hace falta más. El dibujo parece simple al principio, con caras en blanco y negro sin mucho detalle, pero poco a poco va creciendo, y la autora va modificando el entorno de los personajes para mostrarnos las emociones de la protagonista de una forma que es genial.
Muy recomendado.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, quería traer un disco que siempre llamo “el de la gente corriendo desnuda”, porque pronunciar “Með suð í eyrum við spilum endalaust” hay veces que me cuesta.
Este disco puedo oírlo cientos de veces que nunca me aburro. Ayer mismo, durante la cena, lo escuché entero con Blanca. Nada más ponerlo, como toda buena música, cambió el ambiente de la habitación. Todo se volvió espacioso, algo más melancólico y también más bonito.
Suena como se ve Islandia, lo que no está nada mal, porque es un país precioso.
Aquí dejo el vídeo de la primera canción, “Gobbledigook”, también conocida como “la que empieza con unos tambores”. Increíble. Escuchadla. Es buenísima. Tiene energía y espacio, dos cosas muy complicadas de conseguir juntas.
Yo no puedo insistir más.
Escuchadla.
¡Adiós!
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