El Alipori #78 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
En 1978, en China se levanta la prohibición sobre las obras de Aristóteles, Shakespeare y Dickens. En España se despenaliza el adulterio y el amancebamiento. En Suiza, roban el cadáver de Chaplin.
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
S. Mateo 5:38
Otro jueves, otro Alipori.
Ha sido una semana algo accidentada, aunque por suerte, sin demasiada consecuencia. Blanca, mi pareja (para el que acabe de llegar al Alipori) decidió ensartarse el ojo con uno de esos palos de madera que mantienen a las plantas rectas. Quizá no decidió, pero se agachó para recoger algo con la mala fortuna y la mala puntería de que había ahí un palo en vez de aire. Sonó plsh mientras el palo entraba… No, quizá eso tampoco pasó.
Y menos mal.
El ojo estaba rojo como una ciruela, lleno de sangre. Tras una espera en urgencias de unas pocas horas, vendada y limpiada previamente en el centro de salud, pudieron verla, y nos comunicaron que eran, afortunadamente, heridas, aunque bastante dolorosas, superficiales en la córnea, sin lesión en el iris. Un par de semanas sin piscinas, ni túneles de viento, ni de mirar con mucha insistencia al sol. Y con gafas oscuras perennes. Y con medicación bastante desagradable de echar y dolor.
Pero bueno, pudo haber sido peor.
Esto es fácil decirlo no siendo el que lo sufre, pero aun así es cierto.
También lo es que a posteriori es más fácil que sea gracioso que en el momento. Ahí teníamos bastante susto, para que nos vamos a engañar.
Respecto a la frase inicial.
No, este no se ha vuelto un correo semanal cristiano. Acepto encantado cualquier tipo de lector y cualquier tipo de comentario, pero no. Viene de una idea que hablé hace unos días con un amigo y a la que llevo, desde entonces, dando vueltas.
Muchas veces pienso que los dioses antiguos, los de las religiones politeístas (al menos las que conozco más, sobre todo la griega), representaban el espectro de “lo humano” de una forma más precisa. Su intención no era tanto la de crear un hombre/mujer perfectos, como de contar cómo éramos, nuestras diferentes facetas. Las religiones abrahámicas (y la budista y un poquito la hindú) son, en ese sentido, más bien aspiracionales, más avanzadas si se quiere, pero mucho menos descriptivas de lo humano.
Zeus no ponía la otra mejilla. Soltaba hostias como panes. Era adúltero y se amancebaba si le apetecía. Pagaba ojo por cuerpo entero.
Y lo curioso es que, de forma automática, todavía valoramos en los demás los valores que representaban estos dioses. Un niño encarna lo puro, lo inocente. Da igual que ese niño no tenga moral, incluso que sea un cabrón. Ese niño es la idea de lo puro y haríamos cualquier cosa por su bienestar. Al conocer a alguien muy guapo, nuestro impulso inicial siempre es servirle, buscar su favor. Lo mismo al conocer a una persona de perfil heroico, o que ha alcanzado una gran habilidad en un campo específico, sea la música, el deporte o, yo qué sé, la escritura. Su posicionamiento en el mundo es el representado por Apolo, Afrodita o Hércules.
Sin embargo, cuando conocemos a alguien bondadoso, que pone la otra mejilla, nuestro primer impulso puede ser una apreciación intelectual que con el tiempo se convierte en una apreciación real, pero no una admiración básica, corporal, como la que sentimos al conocer a alguien que cumple estos valores “primarios”.
Es como si nuestra “moral del cuerpo” estuviese alineada con lo que narraban las religiones antiguas. Por supuesto, esto es aplicable a los orishas yorubas, a los mitos celtas, o a las aventuras de Quetzalcóatl. Y ahí, en el mundo actual, se establece una lucha mental por otro entendimiento, por uno más avanzado y difícil.
Y entiendo y aprecio eso, ese esfuerzo por algo más, pero al mismo tiempo creo que hay algo valioso en la “moral del cuerpo”, que tampoco debe ser descartada como mera reacción animal. Lo que hay, lo que es, casi siempre es una indicación de algo provechoso. Porque indica lo que puede ser. Hay algo importante en la belleza y en la destreza y en el valor. También en ser un borracho y un bon vivant como Baco, si uno lo hace realmente bien.
En mi caso, creo que me tocaría Hermes, dios de los escritores y, según Wikipedia “[…]el dios olímpico mensajero, dios también de las fronteras y de los viajeros que las cruzan, del ingenio y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y de los mentirosos, además de ser el encargado de guiar a las almas hacia el inframundo, el Hades”, además de de la música, en particular de la lira y la flauta.
Viaje, escritura, música. Y algo así como el correo (semanal). Y algo hermético he sido siempre, si he de ser sincero. En lo de robar y mentir y llevar a gente al inframundo aún estoy trabajando.
Dicho esto, hoy quería aprovechar para pediros un favor. Si os gusta el Alipori, si lo disfrutáis y no pensáis “otra vez ese puto correo llenándome la bandeja de entrada” cada jueves por la mañana, me haríais un enorme favor si lo compartieseis con al menos una persona que creáis que lo puede disfrutar también.
Así estaré más cerca del lambo.
Además, habrá premios para los que más gente consigan suscribir a través de su enlace.
¡Gracias por leer!
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Hoy, en el Literapori, quería recomendar uno de los libros que más me ha impactado en mi vida: Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy.
Este es uno de esos libros en los que, nada más abrirlo, la genialidad aparece por sí sola, no necesitas nadie que te convenza de ella.
Habla de una panda de asesinos que recorren la frontera entre México y EEUU durante el siglo XIX. En un principio, su misión es la de matar apaches para “pacificar” la zona de frontera. O para llenarla de ranchos y colonos, que, para la época, es lo mismo. Pero este grupo decide matar a todo con lo que se encuentra.
Su líder es un personaje icónico, el juez, que se queda contigo tras acabar el libro. Una personificación de la violencia y de la intelectualidad y de la parte más bestia del humano. Un hombre enorme, con facciones de bebé, sin pelo en el cuerpo, que dice cosas como “Todo cuanto existe sin yo saberlo existe sin mi permiso.”
Leerlo me producía una mezcla extraña de placer y envidia. Demasiada brillantez para uno solo.
El título original, en inglés, incluía un segundo título tras un o, que siempre me parece tan genial y que no entiendo por qué eliminaron. Como Don Álvaro o La fuerza del sino. Mucho mejor que solo Don Álvaro. Este era Blood Meridian; or, The Evening Redness in the West, o, lo que es lo mismo: Meridiano de sangre o El enrojecimiento del atardecer en el oeste. Vamos. Donde va a parar.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, traigo una edición especial. Salió ayer el nuevo single de mi amigo Fernando Furones, en el que toco la batería y para el que escribí la letra.
Me costaría más describirlo con palabras halagüeñas como suelo en esta sección, pero a mí me gusta, y además pega temáticamente con el tema del libro de McCarthy.
Para el que le guste, el 14 de mayo estaremos tocando en la Sala Clamores, en Madrid.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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