El Alipori #84 - Correo Semanal de Alfonso Portabales

Cuando no puedes hacer nada, ¿qué puedes hacer?

¿Cómo puedes golpear el centro de un círculo?

• Kōans zen

Miro por la ventana y veo vencejos. Dan vueltas por el azul del cielo mientras comen insectos.

Hay momentos en que, al ver la naturaleza, todo parece tener un sentido, un ritmo. Pero hay otras en las que no sé si le estoy dando una explicación a posteriori. Una explicación circular, encima. Todo tiene sentido porque tiene que tenerlo. Porque si no, no sería parte del sistema. ¿Cómo no va a haber una ardilla con el sistema digestivo adaptado al fruto que le da el roble? La que no se adaptó se murió.

En cualquier caso, el mundo es. Pero, ¿es porque existe un equilibrador externo, o ha llegado a ser un equilibrio perfecto porque ha ido eliminando sin compasión todo lo demás? Creo que ambas son igual de ciertas. Y pueden ser lo mismo.

Pero al final, todo ese orden y sentido o falta de él son cosa nuestra.

Ideas, conceptos, que, como tal, no existen.

Si queremos pensar que vino antes la gallina que el huevo, ¿qué importa? El dinosaurio también ponía huevos, y el vencejo sigue volando y comiendo insectos piense yo lo que piense. Incluso mi corazón va a hacer pum pum o va a dejar de hacerlo, independientemente de que yo sepa si lo que late es una cucaracha, una hamburguesa con bacon o de verdad un corazón.

Con esto no quiero caer en ese relativismo cutre de nada importa, blablá. Lo contrario, de hecho. Si uno es consciente de que todo lo que añada a lo que existe es un extra como los pepinillos de la ya mencionada hamburguesa (sean esos pepinillos el orden, la armonía, la injusticia, o, se me perdone, dios), aparece una libertad para configurar una visión de la realidad radicalmente libre.

Y, sobre todo, más allá de eso, que puede que suene bien y no sea realmente posible como aquello de que Sísifo sonríe, creo cada vez más que, si existe algo parecido a una observación medio certera de la realidad, está en un lugar más allá de la lógica, de las ideas y de las palabritas humanas, en el que los vencejos vuelan y ya, y el cielo está azul o nublado y ya, y yo escribo esto y tú lo lees y ya, y luego te levantas de la silla o la cama o el metro cuadrado específico que ocupes durante esta palabra (otro invento, el metro cuadrado) y sigues con tu vida y comes y cagas y ya.

Y eso es una maravilla. ¿Por qué iban a tener las cosas explicación? Si las explicaciones no existen.

No sé si me explico.

Precisamente en ese mundo de las ideas de las cosas que son y no son, el otro día vi un vídeo en Instagram (iba a poner estuve leyendo por darme ínfulas, pero las cosas son como son) en el que se explicaba de manera superficial la teoría de física por la que ganaron el Nobel en 2022 los buenos señores míos Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger.

En resumen y destrozando su trabajo, la realidad, como ente local, no existe. Ya sabíamos que el tiempo es sólo una experiencia, y que fluye a velocidad distinta entre la cabeza y los pies, y que no existe tal cosa como el ahora mismo en China, porque es otro tiempo, fluye distinto, pero es que encima, además de eso, dos partículas pueden influirse una a la otra de manera instantánea a una distancia cualquiera, y no podemos decir que las cosas tengan características si no las observamos.

Quiero decir, la manzana es roja porque la miras. Es dulce porque la muerdes.

Ya lo decía la famosa frase: “Cuando cae un árbol en medio del bosque sin que nadie lo escuche, ¿qué ruido hace?”

Dicho esto, a nivel personal, que no sé si le interesa a alguien pero ahí queda, para que al menos lo lean los vencejos, he estado (y estoy) bien. Preparando música para un concierto pronto en Madrid, con el primer borrador de la novela que trabajé con el agente casi terminada.

De hecho, estoy inmerso en una pelea conmigo mismo. El final que escribí era abierto y un poco oscuro. Así me salen, no sé por qué. Sin embargo, parece que necesito hacerlo feliz, a pesar de que para mí sea algo forzado. Como lectores, ¿os gustan los finales felices? ¿U os agrada el mal rollo de un final más abierto y descarnado?

¡Gracias!

P.S.: Creo que pronto, o quizá muy pronto, sea el último Alipori pre-veraniego. Y que después de verano reaparezca otra cosa que combine con un Alipori algo menos frecuente. No sé. Lo digo por si os llega un correo con otro nombre en septiembre, puede que también sea yo, el pesado de siempre.

El Literapori: Libro recomendado de la semana

Hoy, en el Literapori, quería recomendar Suave es la noche, de F. Scott Fitzgerald.

Para empezar, es de valorar la valentía de empezar un nombre de pluma con una inicial. F. Se podría llamar Ferdinando o Fosefina, pero ahí queda.

El libro es precioso.

Los protagonistas, guapos, jóvenes y ricos, están de vacaciones en la costa azul. Sin embargo, no son capaces de ser felices.

El tema es oscuro, la relación ficcionada del propio autor con su mujer Zelda, el alcoholismo y el derrotismo de él, y todos los problemas mentales que ella tuvo.

Fitzgerald escribe con una ligereza especial, como una brizna al viento.

Quizá sólo por eso merezca la pena.

Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana

Hoy, sorpresa, traigo música de otra gente.

Esta es una canción relajante y relajada que escuché mucho hace años, y que de repente me ha vuelto a la mente. Jack Johnson, el maestro del chill (imposible imaginarlo estresado en un Ikea chillando al de la caja), junto a Zach Gill, Dan Lebowitz y Steve Adams.

Relajo asegurado.

La canción pertenece a un documental de surf, también muy agradable para pasar un rato o tener de fondo.

¡Adiós!

¡Gracias por leer!

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