El Alipori #85 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
En 1785 se publica el primer nº de The Times. Un globo aerostático causa el primer accidente de aviación, en Irlanda, donde arden 100 casas. Louis XVI dictamina que los pañuelos deben ser cuadrados.
La muerte nunca nos venció por que todo lo que muere
Es porque que alguna vez nació.
Calle 13 - La Vida (Respira el Momento)
¿Es posible hacer algo muy bien que no sea difícil de hacer?
Entiendo que esta pregunta es una especia de pescadilla que se muerde la cola. Un argumento circular. Porque lo que está muy bien hecho, a la fuerza tiene que estarlo de forma comparada con algo que no, por lo que, sí o sí, requiere de algún tipo de habilidad.
Cierto. Es un argumento circular. Pero cada vez pienso más que son los únicos que hay, si uno escarba suficiente.
En fin. A lo que iba.
¿Es demasiado fácil hacer hoy en día música?
Si uno piensa en el esfuerzo que suponía antes hacer una canción (técnica de instrumento, de grabación, afinación perfecta de la voz…) contra cómo se puede grabar hoy día (batería digitalizada, voz afinada con un plugin, todos los instrumentos son un teclado…), es fácil entender porque “ya no hay bandas de rock”. Son demasiado caras. Su tempo no es perfecto. Su afinación no es exacta.
Pero es que el problema no es que ya no haya bandas de rock. Es que no hay blues, no hay swing, no hay ningún estilo regional que evolcione, sólo como repetición de patrones antiguos. Todo lo nuevo se parece. Todo suena igual, clínico, a paredes blancas y aliento de menta, a cielo con exactamente dos nubes, a manzano con el tronco recto, a ojos azules y mi sueño es ser astronauta. Ya paro. Pero no sé si me explico.
Quizá la facilidad, no de acceso, si no de la eliminación de las imperfecciones, sea lo que ha generado este discurso tan uniforme en lo artístico. Y no creo que sea SÓLO la nostalgia de un viejo (que puede serlo, y en el mundo de la música, 17 años es uno de más), sino que es algo más grande, una tendencia por encima de la música o del arte. La uniformización de todo. Pero no hacia lo humano, sino hacia otra cosa, hacia lo depurado (la piscina sin hojas, la farola de luz amarilla, el gorrión que blablabla).
Creo que la palabra clave aquí es imperfección. (O error. Una de esas dos.) Pero sobre todo, más que la palabra en sí, la definición de lo que supone algo imperfecto.
Porque el humano es, de forma natural, imperfecto. (Si no, en vez de un humano, sería el Celta de Vigo). Eso no significa que tenga algo que se necesite corregir, sino que cada uno viene customizado con sus propias cosas, que el cuerpo se mueve y se transforma, y que si nadie tuviese defectos, todos acabaríamos teniendo la misma cara, como los escarabajos o los gorriones, que parece que acaben de salir todos del cirujano estético.
En música, esta imperfección definida desde la perspectiva de hoy sería cantar como cantaba un viejo cantante de soul, con las notas no exactamente en el tono correcto el 100% del tiempo, o tocar como tocaba un batería sin cuantificar, con un ligero baile sobre el tempo.
Lo que antes era humano, ahora lo cierto es que nos suena mal. Nuestros oídos se han acostumbrado a la modificación digital como nuestros ojos a los efectos especiales. Y la música vieja, vale, de aceurdo, es vieja y la aceptamos, pero algo nuevo con ese factor humano nos resulta incómodo.
Y bueno, es música, ¿qué más da, en realidad? Estamos hablando de detalles.
Pero creo que esta lógica, la de la eliminación de la imperfección, ya está en proceso de devorar todo.
Un grano en una foto. Una lorza. Un pelo fuera de sitio. Una sonrisa rara.
No. Repite.
Da igual, luego la modifico.
No sé si me explico.
Los humanos tenemos lorzas y pelos fuera de sitio. Así somos.
Y siempre nos han molestado estas “imperfecciones”, está claro, pero quizá la disponibildad eterna de mecanismos de “corrección” las han exagerado, las han mutado en algo más grande, y las han hecho menos parte de lo que es ser una persona y más un error.
En ese sentido, la literatura no está menos exenta. Frases cortas, que se entienda todo rápido, que no me aburra ni un segundo, o me voy a otro libro que no tenga esas imperfecciones que acarrea la innovación y me requiera menos esfuerzo.
En fin. Quizá, hoy más que nunca, necesitemos una estética de lo imperfecto. Del error humano. No necesariamente hablo del “la arruga es bella”, que no se me malinterprete, no tengo nada contra un cierto nivel de vanidad, ni contra la preparación o la ligera modificación puntual, ni contra la facilidad de lectura, pero sí contra la uniformidad, con que así sean las cosas y punto, lo demás son errores o nostalgias. Creo que vendría bien una mayor fidelidad al momento real, una mayor variación estética, un poquito de más espacio para respirar en este corsé digital. Un poquito más de naturalidad, si es que eso existe.
Por cierto, hablando de naturalidad (que bien hilado), he estado leyendo sobre esta campaña de Greenpeace contra una fábrica enorme de celulosa en el centro de la provincia de Lugo, y quería compartirlo. Esta fábrica usaría el mismo agua que en la actualidad usa toda la provincia, además de una cantidad infame de eucaliptos (que se cargan el PH del suelo, y arden más fácil que un mechero).
Lo dejo aquí para el que lo desconozca.
Lugo es de los sitios más bonitos del mundo, y entiendo que haga falta trabajo y, para el mundo, papel, pero, con la información que tengo, me parece un horror. A corto, medio, y, sobre todo, largo plazo.
Si alguien sabe más, o cree que me equivoco, por favor que me escriba. Siempre se puede aprender.
Dejo aquí el enlace:
https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/peticiones/altri/
P.S.: Por último, recordar que el próximo 12 de julio estaré tocando en la sala Tempo, presentando el primer disco de mi banda Sonic Rangers. La entrada se puede comprar, por anticipado, aquí, a sólo 10€, 5€ menos que en la puerta (compensa bastante comprarla antes): https://www.giglon.com/todos?idEvent=sonic-rangers-funk-rock
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Esta semana quiero recomendar Una cuestión personal, de Kenzaburo Oe.
Este es un libro escrito con maestría, y enormemente cruel.
Bird, el protagonista, sueña con un gran viaje a África, una aventura que le saque de la monotonía de su vida de profesor en Tokio. Está a punto de ser padre, y su bebé nace con una enorme hernia cerebral que dificulta su desarrollo.
Bird es incapaz de mirar a su hijo, al que considera un monstruo que le va a suponer una vida de esclavitud. Tampoco los médicos parecen considerarlo humano. Decide que el bebé muera antes de volverse un “vegetal”. Este camino le lleva en una espiral de autodestrucción alcohólica, sexual y violenta.
Lo curioso es que el propio autor tuvo un hijo con serios problemas de nacimiento y de desarrollo cognitivo (aunque no tan graves como los de Bird). La honestidad que demuestra creando a este personaje en una situación similar a la suya, un cabrón egoísta, seguramente una exageración o una manifestación de sus propias emociones, lleva a que sea tan fácil conectar con esta historia, a pesar de lo horrible. La emoción humana de detrás, el trasfondo del libro, es real.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, quería compartir una canción que me encanta. Y sí, contradice en parte lo que he dicho antes. No estoy en contra del autotune, ni de los ritmos cuadriculados. Sí de que sean todo el discurso, de que no haya hueco para más.
Esta canción es una maravilla, con una instrumentación complejísima, un ritmo bailongo, y una melodía pegadiza cantada con esa voz tan finita.
No hace falta mucho más.
¡Adiós!
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