El Alipori - Correo Semanal de Alfonso Portabales - Publicación #33
Las palabras que dicen la verdad no son hermosas,
las palabras hermosas no dicen la verdad.
Lao Tsé
El camino que me ha abierto esta idea es enorme, como un (no, me he de refrenar en cuanto a metáforas, comparaciones). El estilo aliporiano que busco es el de la verdad, incluso demasiada a veces. Que no pase nada porque sea feo.
Ahora estoy escribiendo un libro nuevo, todavía sin título.
Un punto que la hace diferente es que uno de los cuatro personajes protagonistas (el favorito de alguno de los lectores beta, el peor para otros) sólo demuestra su historia al lector en forma de diálogo.
En un capítulo, el personaje está cansado de hablar con un bot de internet, y decide dejar de jugar a ser dios y simular a su propio creador (también conocido como yo).
Llevándolo más lejos, decide hacer una simulación del creador de su creador, en este caso mi madre (simular a dios parece demasiado osado), y me toca simular una conversación del yo simulado con la simulación de mi madre.
Esto es complicado en muchos niveles. Técnicamente es un jaleo. Narrativamente hay que saber encajarlo, porque a priori es un poco las piedras de Todo en todas partes al mismo tiempo. Pero emocionalmente se lleva el bingo premium. Tengo que indagar en mis recuerdos de sus peculiaridades, sus expresiones, su forma específica de hablar (también en la mía, quizá más difícil), imaginar una posible conversación corta. ¿Qué diría yo? ¿Qué creería mi personaje que diría? ¿Qué diría la versión de mí simulada por alguien que solo leyese el libro (también conocido como el personaje)?
Tampoco es que la cabeza me dé para todo eso, pero intento pensarlo. Como elemento extra, últimamente (más adverbios -mente para que quede bien cerebral) no consigo concentrarme ni pensar con claridad. Como el que pilla un bicho que le da tos, tengo un bicho que me da niebla. Pienso nieblamente.
En fin, el deber llama, el Alipori debe ser completado, que las auto-obligaciones son las más bonitas.
El ethos funk
¿Alguna vez has escuchado una canción o un disco de funk? Si al volver a hacerlo, atiendes a la letra, verás una cosa muy simple y genial. El 90% de las canciones hablan de un solo tema: el propio funk (según un estudios de la prestigiosa Universidad inglesa de Oxfunk en colaboración con la de Funkuoka, en Japón).
Este género está autocontenido. Canta sobre sí mismo. Habla sobre lo funky que la canción va a ser. ¿Qué es ser funky? ¿Quién sabe? ¿Qué más da? Lo importante es que hace bailar y hace sentirse bien.
Existe un ethos punk relacionado con el hazlo tú mismo, una especie de desacato ante cualquier autoridad, y una actitud de rebeldía contra cualquier cosa que ya es parte del sistema establecido.
¿Por qué no, entonces, establecer un ethos funk? Un grupo de gente que quiera bailar, divertirse, despreocuparse, también subvertir cualquier autoridad, en especial cualquier autoridad no bailonga (el famoso “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”), cantar y bailar sobre lo funky que todo va a seguir siendo.
Aunque otra lectura sería pensar que la autorreferncialidad (o como se llame) es algo muy moderno, presente en todas las sagas de la cultura ya no creativa, como los Vengadores o los nuevos Simpson. Todo habla de sí mismo, sobre cómo de Spidermánicas o Simpsónicas se van a poner las cosas.
Mierda, no quería esa conclusión.
Me quedo con la primera, pero que cada uno elija.
¡Este número se va a poner más aliporiano todavía! ¡Bien!
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Esta semana leí El imperio de Yegorov, de Manuel Moyano.
Me pareció un libro fantástico (desconfiad del 3,8 de Amazon). Me lo devoré de una sentada, como quien se bebe un vaso de agua en verano.
Empieza con el diario de un científico japonés enamorado, en una expedición por Papúa Nueva Guinea en los años 80. De ahí va avanzando lentamente hacia un mundo del futuro distópico por cartas, SMS, grabaciones… Muy divertido.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Hoy, en los 40 Principaliporis, traemos a los absolutos padrinos del funk: la enormísima banda Funkadelic.
El ethos funk como forma de vida. Esta banda igual te creaba personajes cómicos como te hacía bailar con las mejores líneas de bajo del mundo como hablaba de la liberación racial como te hacía llorar con uno de los solos más emotivos jamás grabados (Maggot Brain, para el que quiera oírla).
Que la disfrutéis.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!