El Alipori - Correo Semanal de Alfonso Portabales - Publicación #32
Echa p’allá, bobo
Messi
A priori, la introducción de hoy puede parecer un poco decepcionante.
No me compro una casa ni saco ningún reportaje en el periódico.
Peeeero (cuantas más es, más pero) esta noche soñé que abría un restaurante que en vez de comida servía formas. El restaurante tenía muchísimas salas (casi pongo numerosas, horrorosa palabra). En una sólo había algo parecido a nubes. Las demás no las recuerdo. En la principal, la última, se preparaba la comida al ritmo y color y textura de los latidos (algunos granate frutos del bosque, otros líquidos, otros urgentes) de un dios enorme y misterioso.
Desde ahí servía a ritmo frenético un círculo rojo y esponjoso, un triángulo azul y áspero, etc.
Y no, el dios no era el botón de suscribirte (guiño, guiño)
Admito que a posteriori puede seguir pareciendo decepcionante.
Este sueño no creo que signifique nada, pero me hizo gracia. Lo que sí que creo es que se relaciona, al menos a nivel espiritual, es que también hace un par de días, corriendo bajo el sol frío de la mañana, comprendí, creo que por primera vez, el concepto de karma.
Existe esta idea del karma como una “fuerza” casi newtoniana que paga el bien con el bien y el mal con el mal.
“Karma is a bitch” es una frase típica de serie americana.
Diría que esto es erróneo.
El budismo parte de la idea de que todo está vacío. Y en eso está apoyado por la ciencia. Las cosas y los seres son porque antes otras cosas fueron. Son consecuencia.
(¿Qué generó la primera consecuencia? Ni idea. Quizá nunca hubo y todo fue así siempre.)
Además, todo está hecho de lo mismo que lo demás, simplemente está en una configuración temporal particular que ahora está leyendo este texto, o siendo una pantalla en la que se lee, o un ojo, o una manzana que esa misma persona se comerá luego.
De hecho, si uno busca la esencia de uno mismo, el punto donde al eliminar lo demás, yo sigo siendo yo, este no existe. Yo temino en mi piel, pero si me cortan los brazos sigo siendo yo, etc.
Mi karma, en este caso, sería todas las acciones, decisiones, eventos que han llevado a que yo, en este instante, sea lo que auto-defino como yo: mis límites físicos, mi pensamiento, mis acciones, etc.
Cuando Buda habla de pasar el samsara (el ciclo de nacimiento y muerte) y llegar al nirvana (el fin de ese ciclo), creo que sólo se refería a eso, a dejar de tener consecuencias, superar la dualidad bien-mal, yo-demás, etc. y así dejar de generar un futuro con una impronta de ese “engaño” que es el yo y el dualismo.
El Nirvana no es ningún sitio, es dejar de tropezar en la misma piedra metafórica.
No existe, por lo tanto, manera de purificar el karma. Ni karma bueno, supongo.
De todas maneras, si ahora, hoy, me dijese un elfo mágico de escaparme del samsara, diría que no, que prefiero seguir sufriendo y sembrando consecuencias y mundo. Lo otro parece aburrido y aún no he superado la dualidad entretenido-coñazo, pero quizá sea porque en este momento no entienda bien lo que significa estar en paz interior y me auto-defino en el temporal como un marinero chungo y borracho que casi prefiere no llegar a puerto.
La gran renuncia
Existe otra forma de samsara, más tangible. Y abandonarla no implica morir (más que económicamente): el trabajo de oficina.
Tienes mucho en común estos dos conceptos o “inventos”. Son repetitivos, se hacen en piloto automático, por obligación, igual que uno se olvida supuestamente de las vidas pasadas, uno se olvida de otros días en la oficina, tan parecidos… (No quiero poner más etc.)
A lo que iba, existe un fenómeno, suficientemente no reciente como para salir en el Alipori, que se ha venido a llamar La Gran Renuncia.
Una serie de “iluminados”, la mayoría jóvenes, rompen el ciclo de trabajo-sufrimiento y se concentran de manera concreta en no dejar impronta, en solo vivir. (Para los más escépticos, recordar que trabajo viene de trepaliare, la acción de torturar con tres palos. Sólo el mundo auto-explotativo actual (según Byung Chul-Han) quiere intentar convencernos de lo contrario. Y Marx, lo mismo pero desde la perspectiva contraria, pero eso para otro día.)
¿Por qué la perspectiva de una vida estable en una oficina ha pasado de ser algo deseable a un proyecto que, en muchos casos, asusta? ¿Puede ser que esa venta del tiempo ya no garantice un acceso a hogar y a un nivel económico suficiente como para merecer la pena? ¿O puede que ahora, con internet, sepamos demasiado del mundo como para aceptar que un cubículo es una vida suficiente? ¿O que a toda esa generación se le empujase a soñar con ser tanto y ahora a aceptar ser lo mismo? ¿O quizá sea una banda de niñatos con demasiado tiempo y dinero para preocuparse por eslomarse como se supone que uno debe hacer?
Quién sabe. Yo no. Pero sí sé que no me puedo imaginar en esa misma oficina. Según Camus, Sísifo sonríe. Imagino que tiene un plan de huida.
El correo semanal como terapia
Pero de nuevo, ¿por qué no me imagino ahí? ¿Qué tiene de mejor la escritura o la música?
Me pregunto a veces si escribo como terapia o si este es un ejercicio puro de ego, o si es por necesidad o si es, como me lo justifico a mí mismo, una herramienta de marketing y de musculación palabrística.
Quizá todo.
En fin, muchas preguntas hoy.
Os dejo con esta obra de Diego de Alvarado Huanitzin, sobrino de Moctezuma y el primero de los Tlatoanis de Tenochtitlán-México puesto por los españoles.
Supervisó en su taller la creación de esta obra (o la hizo él mismo, aún hay dudas) a principios del siglo XVI como regalo para el Papa, por “dictaminar” que los indios eran libres y racionales y no debían ser esclavizados. No sirvió de mucho, me parece, pero la intención debía ser biena. La obra está hecha con plumas y mezcla el colorido brillante de lo americano con el oscurantismo católico de la época.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Estoy leyendo Less, de Andrew Sean Greer.
Trata sobre un escritor cincuentón fracasado (hay que anticiparse a los problemas) que viaja por diferentes países (y quizá así sufrirlos dos veces) evitando así una invitación a una boda a la que no quiere ir (o, muy quizá, hacer por solucionarlos).
El libro está escrito en primera persona, en un estilo de los de lectura rápida.
Ganó el Pulitzer en 2018. Últimamente me vienen gustando más los Pulitzers (y los Herralde) que los Nobels, por si a alguien le vale esa información.
En fin, que es un libro divertido, ligero, en el que el personaje viaja mucho y la va cagando por diferentes sitios.
Queda recomendado.
Los 40 Principaliporis: Música recomendada de la semana
Cada vez estoy más metido en el mundo de la música ambiental, en particular de la japonesa.
Es una maravilla la manera en que rompe la necesidad de estructura/melodía/dinámica de la música que solemos consumir.
Esto es algo que, como músico aprendiz, he pensado muchas veces. Sé que es necesario comunicarse entre músicos para poder crear algo, ¿pero no son todos estos conceptos algún tipo de cárcel?
Desde el tempo, un invento que tantas veces encorseta a los intérpretes, cuando la música debe fluir y tener ritmo y no necesita ir pegada a algo periódico, hasta la necesidad de repetir hasta que penetren una serie de palabras y melodías reconocibles en forma de estribillos.
Este disco de Takashi Kokubo es parecido a una pintura de un paisaje, o a los mapas mentales artísticos de Aragonés. Todo entra de un sólo trago.
Como este poema de Bashō hecho música (pero con una sensación más primaveral que invernal):
La primera nieve
Las hojas de los narcisos
apenas se inclinan
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!