El Alipori - Correo Semanal de Alfonso Portabales - Publicación #30
Alipori de viernes, disfrute en ciernes
Yahoo!
It's a celebration
Yahoo!
Kool and the Gang
¡Yuju!
Es una celebración
¡Yuju!
Kool and the Gang (pero traducido)
Celebraciones
Otro Alipori tardío. Pido perdón.
Ha vuelto a los viernes, pero espero que sea durante un número nada más,
Como justificación diré que el miércoles estuve liado con un reportaje, y que no podía ponerme antes con el correo porque el Alipori siempre llega fresco como una trucha.
Hoy es uno de esos días en los que, sin motivo aparente, me levanté bajo de ánimo.
Anthony Bourdain, uno de mis ídolos a pesar de su triste final, contaba esto sobre una vez que se comió una hamburguesa de sabor horrible en una cadena de comida rápida: “con razón o sin ella, me sumí en una espiral de miseria y depresión que duró tres días. Fue realmente la experiencia de comida que más me destrozó el alma.”
Es un poco raro, pero a veces me siento identificado con ese tipo de experiencia. Un nada que tira para abajo. (Sin llevarlo tan al extremo, me tomo un yogur y sale el sol y escribo dos párrafos que me medio gustan y un nada me tira de vuelta para arriba.)
Pero. (Y mucho más importante.)
Motivo de celebración 1: ¡Este es el número 30 y ya somos unos 90 lectores! Poco a poco, pero el Alipori va engordando y se le están poniendo las mejillas coloradas.
Motivo de celebración 2: Aunque ya sea 10 de marzo y llegue dos días tarde, me pareció interesante empezar con un par de textos muy bonitos del Therigata (en pali: “versos de mujeres viejas/sabias”).
Son poemas escritos por las primeras monjas budistas, coetáneas del propio Buda histórico, que celebraban en estos textos su liberación (hace aproximadamente 25 siglos) de las tareas del hogar y de “lo que se suponía que debían hacer con su vida”.
Celebraban ser libres.
(La traducción es mía de una traducción al inglés, pero confíemos en que la esencia del mensaje siga ahí):
¡Tan libre! ¡Tan libre!
Tan completamente liberada estoy de
mis hoces, mis ollas, mis arados.
Aunque estuvieran aquí,
aquí mismo, habría terminado con ellas,
terminado.
Otro (este más una adaptación que una traducción):
Cuando dejé el único hogar que había conocido,
pensé que lo había dejado todo atrás.
Pero aún cargaba todos los años de correr yendo y viniendo en círculos tras esto o aquello.
Sólo quedándome quieta,
esos círculos se han roto,
y se los ha llevado este simple viento
que sopla y sale.
Todos mis viejos pensamientos
como nieve cayendo en el suelo cálido.Me siento y observo.
Motivo de celebración 3: Muchas gracias a todos los que enviasteis refranes (inventados o no). Los mejores fueron (redoble de tambor):
Al que come y no convida, le sale un sapo en la barriga.
Más raro que pescado con hombros. (Genial)
Me quedé rascado.
Dar papaya.
No hay que tirar las castañas al suelo.
La vejez
¿Quién no ha oído a alguien ridículamente joven decir expresiones como “Uff, estoy demasiado viejo para hacer eso”, o “cuando era joven…”?
Siempre me ha dado rabia ese auto-diagnóstico, como si hubiese prisa. Uno o se muere o se hace viejo. Todo llega.
Los niños, de manera natural, son exploradores. Sueñan con ser piratas, astronautas, tarzanes, o mendigos, no contables, ni banqueros, ni tampoco, imagino, escritores.
No pasa nada, lo natural y sano en la vida es cambiar. Ya lo dijo Heráclito (aunque en griego antiguo): “Lo único constante es el cambio”.
¿A qué viene esto?
En la juventud la vida es fundamentalmente fuera, una vida de ejercicio y juego. Se estimula de manera constante el hipocampo (la región cerebral que, a grandes rasgos, se encarga de la percepción del espacio, las emociones y la generación de ciertos recuerdos), precisamente porque el cuerpo pide esa estimulación.
Y es justo en el hipocampo donde muchos estudios apuntan que se generan nuevas neuronas diariamente hasta el día de nuestra muerte. Sobre todo si esa región es estimulada.
A medida que avanza la vida, es normal que la percepción del espacio y las emociones vaya perdiendo fuerza. Se premian y priorizan las sensaciones y actitudes de protección, de mantenimiento de lo que ya se tiene (familia, casa, etc.)
Y el efecto de esto no es otro que un envejecimiento cerebral prematuro.
Y, de nuevo, ¿qué tiene que ver esto con la pregunta inicial, con la autopercepción de la vejez?
Pues bastante, ya que existen otros estudios que han visto que es de vital importancia la autopercepción, no sólo en el sentido de que el que se siente viejo no prueba cosas nuevas o arriesgadas, sino que el propio cerebro se convence a sí mismo de su vejez y, por consecuencia, se envejece.
No querría, nada más lejos, que esto se entiendo como una receta Mr.Wonderful-esca del estilo de “sed positivos y todo irá de maravilla”, pero sí que es importante no caer, como Bourdain y yo a veces, en una cierta actitud que suponga inflingirse a uno mismo la derrota.
Decir que uno es viejo es una buena protección, pero, como estrategia, es puramente cortoplacista (te evita romperte una rodilla esquiando), pero, a largo plazo, el riesgo que supone es demasiado (te consigue secar el cerebro demasiado pronto cuando, de nuevo, todo llega).
La libido
Pensando sobre este mismo tema, el de la vejez y el deterioro y la muerte (El Alipori #30, trayendo el arcoiris a tu bandeja de entrada), caí en la idea de la libido y la creatividad, y de qué manera estos dos conceptos están relacionados. Aquí no hay ciencia (tampoco muchísima antes), sólo intuición.
La libido es una pulsión de muerte. Busca fundamentalmente la muerte del ego, del yo, porque en el momento sexual (o en el de meditación), el ego consigue desaparecer. Es un proceso tántrico que hacemos de manera automática.
La depresión, por contra, es una pulsión de sueño, de muerte física.
Cada vez estoy más convencido de que no existe la creatividad sin libido. Es por eso que muchos artistas viejos dejan de crear. (Por eso y por ya tener dinero, imagino). Se asocia este deseo libidesco a una sola persona, o al estado físico propio, y cuando se pierde, la creatividad desaparece. Desaparece el deseo de desaparecer. Sin embargo, la libido es algo fundamentalmente creado, mental.
Como es lógico, hablo desde lo que veo y oigo y leo y pienso (huelo no, que la humanidad está perdiendo poco a poco el olfato, pero ese es otro tema), pero no de lo que siento, ya que aún no he llegado a esa edad. Sin embargo, tengo una convicción fuerte de que es así. La pulsión creativa, la voluntad de, aunque sea por unos instantes, integrarse con el entorno y no ser, es fundamentalmente humana.
Existen artistas con un yo muy fuerte, pero el yo sólo puede hablar de sí mismo. Algo más grande sólo se puede crear desde el [ ] (el pronombre de nadie).
Es cierto que, aparte de la eliminación del yo a través de la exaltación del cuerpo, existe también un camino yóguico, en el que se genera un yo tan fuerte que, en lugar de diluirse con el entorno, logra diluir el propio entorno y genera esa ansiada unidad. Es posible que también sea posible la creación egocéntrica, de pura fuerza del yo. Imagino que la libido entonces debe estar al 100% enfocada en uno mismo, en lugar de hacia el mundo.
Pero de esto no estoy seguro.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Estoy leyendo Sing Backwards and Weep, de Mark Lanegan.
Es un libro oscuro, una autobiografía llena de mierda recibida y ejercida, pero escrito con una claridad en el lenguaje que impresiona.
Mark Lanegan, cantante de la banda Screaming Trees (famosa en los 90 en la escena del grunge), cuenta su vida como cantante y como adicto al alcohol y a la heroína, rodeado de músicos y actores famosos de la época.
Lanegan es un cabrón y lo sabe, pero escribe con tanta belleza que le perdonas todo.
Aquí su segundo disco en solitario:
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
Para los recién llegados o el que los quiera repasar, los antiguos Aliporis están disponibles aquí.
Como diría el gran poeta M.: “Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!