El Alipori - Correo Semanal de Alfonso Portabales - Publicación #27
Me lo quitan de las manos
No sólo venimos a este mundo a comernos una mierda,
sino que tampoco nos queremos levantar de la mesa.
No sólo la vida es una mierda,
sino que además te quedas con hambre.
Ignatius Farray
El tantra
Tengo un problema. Salvo en casos contados (la batería, la escritura, y paro de contar que esto lo lee mi hermana), para dejarme llevar de manera impulsiva casi que necesito una base teórica.
Percibo, en ese sentido y cada vez más, el cerebro como barrera y no como conector. No el cerebro como receptor del mundo — que al final casi todo es cerebro — sino la propia racionalidad, el pensar lo que se dice y hace y el procesar las interacciones humanas con la cabeza en vez de en puro presente (hasta lo posible teniendo en cuenta que también sentir con la piel tiene un leve retardo). En ese sentido, pensar aleja de la cosa que es pensada. O eso creo.
Siempre pongo el ejemplo del árbol, pero es útil. Cuanto más piense en el árbol, más lo categorizaré, más lo dividiré en secciones, trozos, familias, etc., y más alejado estaré de la percepción absoluta del árbol.
Dicho esto:
La semana pasada hablamos del Tao (plural mayestático; el Alipori es un ente aunque aquí atrás haya uno). Esta leí bastante sobre el Tantra.
Me ha parecido una estructura mental bastante similar a la del Tao en ese juego especular de ideas adaptadas a las diferentes culturas (quizá también sea similar a la de Diógenes y otros cínicos, aunque esa palabra ahora sea fea, pero tendría que estudiarlo más), en el sentido del abandono completo, del placer de la percepción y de la presencia. Y viceversa, la percepción a través del placer y lo sensorial.
Es verdad que si uno busca Tantra en google o en la memoria del cerebro colectivo o propio, seguramente aparezca siempre ligado a connotaciones sexuales (que os veo venir), pero eso habla más del guarrerío general de Occidente que de otra cosa.
El objetivo del Tantra es, según wikipedia, “la reintegración del individuo en la pura conciencia primordial”. Vamos, el mismo que el del yoga. O que el de casi cualquier proceso espiritual. Pero, a diferencia del yoga, en lugar de buscar lograrlo a través de la contención, lo busca a través de permitir que todo atraviese.
Por ejemplo (a grosso modo), en el modo de procesar un ataque de ira:
Camino yóguico: Observo la ira generarse como consecuencia de algún evento (externo o interno), analizo el por qué se genera, permito que aparezca y esté, pero no reacciono a ella, y no dejo que me domine. A base de hacer eso, cada vez se manifestará menos y seré menos reactivo.
Camino tántrico: Me enfado como perro pulgoso al que le pisan una pata. Permito que la ira me invada hasta volverme el personaje rojo de Intensamente (Inside Out). Me doy cuenta, poco a poco, de lo ridícula que es la sensación negativa, de que es hasta cómica, me río, y la emoción negativa desaparece.
Lo mismo, pero al revés. Pero al final lo mismo, la “solubilización” del yo con lo demás. (Yo = aspirina. Lo demás = Agua.)
Para una sensación amorosa funciona exactamente igual el tantra, sólo que al ser positiva dejar que te conmueva y te posea sólo la aumenta. (Ahí es donde entraría la meditación y el yoga sexual, pero de eso hablaremos otro día que siempre estáis con lo mismo.)
Las expectativas
Lo primero, dos cosas:
Me gustaría agradecer mucho a los que me han contactado para decirme que les gusta El Alipori. Me da mucho ánimo para seguir haciendo estos correos. (Emoji de corazón)
Quería pediros un favor. (Primero el zalameo, luego la puñalada: lo de siempre.) Si os veis involucrados en la típica conversación de recomendación de newsletters — que no suele suceder, lo sé — me haríais un favor enorme recomendando el Alipori. Quiero vivir de esto (no del correo, sino de las letras), y los números siempre ayudan. ¡Gracias!
Entrando al pan: ¿Qué expectativas tenía al empezar este correo? La verdad es que casi ninguna.
Aunque es imposible no tener ninguna si uno es sincero. Esperaba poder hacer algo de forma constante, en lo que casi he fallado y casi acertado. Esperaba escribir buenos textos, tener cosas que decir con una frecuencia relativamente alta, no repetirme, encontrar un estilo estético y lingüistico, no sonar demasiado a X, transmitir que soy bastante Y o Z, etc., etc.
Lo mismo que en cualquier actividad humana, siempre hay un pie en un potencial futuro.
Pero las expectativas, a pesar de que son lo que cargan de ilusión un proyecto, también pueden ser una enorme trampa.
Un amigo cercano, músico de nombre FFF y gran nariz (en el enlace su música), de tendencias taoístas involuntarias (como debe ser) me dijo algo así como que “Si tienes expectativas bajas, todo sale bien”.
A priori puede parecer una frase un poco triste, pero realmente no lo es.
De la comparación imaginación-lo tangible surge un balance de lo que entendemos por el mundo. A quién no le ha pasado esperar un peliculón y entcontrarse con un “no estaba mal”. Y al revés.
Manejar la expectativa.
Yo quería (quiero) ser ya “el gran escritor español”, “la voz de su generación”, etc., como es lógico. Pero aquí estoy, sin serlo, pero con esperanza todavía.
Cuánto deje que esa visión expectativesca se sobreponga a la realidad es exactamente la medida de cuánto sufriré por no serlo (porque incluso si, según alguien, llegase a serlo, ese alguien no sería el que yo expectativé y blablabla).
Dicho de otro modo, más corto y mejor: “Una mosca no puede ser pájaro, pero un pájaro puede volar.” Todo depende de lo que uno asuma que es volar.
Un cuento corto
Por último, me gustaría añadir un pequeño cuento que narra un personaje del nuevo libro que estoy escribiendo, además de una de las muchas locuras que se están produciendo con las IA.
Hoy me prometí no mencionar al robot que habla contigo y sabe todo y que se llama casi como el padre de Pinocho, aunque es difícil.
El cuento:
[…] En mi pueblo desapareció una oveja y no había quién la encontrase. Un pastor tenía quince ovejas, a las que cuidaba con celo. Un día de invierno se despertó y tenía catorce. No había sangre en el suelo, y la puerta del establo estaba cerrada. Mandaron primero una batida de niños a buscarla al monte. Asumieron que sería algo fácil, y que no haría mucho daño que perdiesen una mañana de clases. Volvieron con las manos vacías. Todo el pueblo se empezaba a preocupar. Después de los niños, fueron los pastores. Ellos conocían el terreno, las montañas, los lugares que les gustaban a las ovejas. Nada. Ningún rastro. Desesperados, contactaron a unos cazadores del pueblo vecino. Tras dos días de batida volvieron con las manos vacías. No se hablaba de otra cosa. ¿Dónde se había metido la oveja? Los paisanos estaban desesperados. Convocaron una reunión de emergencia y decidieron mandar al lobo. Solo cuando lo vieron corriendo por el monte con la boca ensangrentada pudieron volver a su vida normal.
Locura de IA:
Alguien programó un sistema para autogenerar 24 horas al día, hasta el fin de los tiempos, una especie de contenido visual que imita a la serie de Seinfeld. Va generando nuevas tramas, conversaciones. ¿Se quedaría algún día sin ideas?
El problema: Ya ha sido eliminado el canal por entrar en temas de transfobia y homofobia.
En el tuit siguiente podéis ver una escena de “sAInfeld” (sí, lo acabo de bautizar así, espero habérmelo inventado), que la verdad es que es tan incómoda que tiene gracia.
El Literapori: Libro recomendado de la semana
Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
Recordad suscribir a todos vuestros conocidos, amigos, e incluso enemigos para que así les llegue un mail que no quieren y se pregunten qué han hecho para merecer semejante castigo, y que de repente lo empiecen a leer y les vaya gustando y se vuelvan fans y te agradezcan la recomendación y os hagáis amigos y te quedes sin enemigos, lo cual es claramente mejor.
Todo por un sub gratuito. Qué mundo este tan fácil el del siglo XXI.
“Un abrazo a quien quiera recibirlo. Gracias.”
¡Hasta pronto!