El Alipori Edición Veraniega #3 - Correo Semanal de Alfonso Portabales
Hablar desde el pasado tiene su complejidad. Ojalá que todo vaya bien, imagino. Mejor que ahora, o al menos igual. Me encuentro más deseando en alguna parte oscura que para cuando esto salga no haya pasado nada malo, en lugar de al revés, que haya pasado algo bueno.
Problema.
El otro día oí en un podcast a John Frusciante (mi filósofo de cabecera) decir que lo que le cambió fue dejar de usar el lenguaje negativo. Ojo, no eliminar el pensmaiento negativo ni esas cosas Mr. Wonderfulescas (con perdón) de mierda. Más bien es un reajuste lingüistico.
¿Qué música te gusta?
No me gusta esto. (Error)
Me gusta esto, esto y esto lo que más. (Mejor)
¿Qué tal es ese tío?
No es muy listo. (Error)
Es muy tonto. (¿Mejor?)
No siempre es evidente la mejoría. En cualquier caso, seguid disfrutando del verano. Seguid compartiendo el Alipori con hermanos, tíos, desconocidos, el conductor del bus, los de seguridad del aeropuerto…
La tensión arterial (#31)
Yoko Ono definió una vez el amor como la falta de tensión. Que no es que todo lo que dijese (o gritase) fuese siempre de gran valor, pero esta frase me parece muy acertada.
De manera excepcional aparecen personas que no sienten ninguna tensión, ninguna incomodidad ante la presencia del otro. Esos supongo que son los santos o los psicópatas (los extremos se tocan y blabla).
Y es cierto que, si algo caracteriza a lo que al menos yo considero que es el amor real es eso, la desaparición de esa tensión, la aparición de una especie de soledad acompañada. (En inglés se distingue entre loneliness y solitude, que especifican si existe el deseo de soledad o si es una imposición del mundo. La cultura hispana/latina, siendo social hasta el defecto — la hípervigilancia, el qué dirán, pero el cariño, la presencia del otro… — no hace esa diferencia. Estar solo es estar solo.)
Para mí esta soledad acompañada es de las mejores formas de estar. Saber que hay, a pesar de en el momento no tener.
Es de suponer que esta idea (amor = 1/tensión) es, como casi todo menos la muerte, o una tortuga volcada con las patitas bamboleando en el aire, reversible. La tensión, el estrés, son la negación del amor. Al menos su contrario.
Como lo opuesto de todo es algo, no nada, es posible que la tensión no implique falta de amor, sino algo de ese amor, ese dejar al mundo ser que no entra.
Curiosamente, la tensión es un medidor básico de la salud del sistema cardiaco.
Esto me llevó a pensar en un libro que me recomendó mi chamán personal/músico extraodinaire/amigo/padre reciente Antón, de James Hillman, en el que habla (entre otras cosas, imagino) sobre la representación del corazón a lo largo de la historia.
Básicamente, el corazón ha representado al león, la fiereza, la nobleza, la valentía; más tarde, la pureza, lo religioso, lo tierno, hasta convertirse en los tiempos modernos en algo cuantificable, sólido, un pum-pum al que hay que cuidar y controlar.
El autor propone (hablo de oídas, pero para eso está escribir) la idea del corazón como espacio de imaginación. Mientras me contaba esto, se me ocurrió la idea del corazón como cancela, como compuerta.
Otra expresión más del inglés que me parece precisa: To wear your heart on your sleeve (lit: Llevar el corazón en la manga).
(Desde el Alipori se hace apología a favor de los idiomas más pequeños, pero hoy el inglés viene al pelo como para una cirugía un escalpelo.)
Bueno, a lo que iba. El corazón como imagen de apertura.
El amor suele ser algo que entendemos como privado porque esa apertura, esa destensión, sólo se suele auto-permitir en entornos controlados, con un número bajo de gente y con unas personas en particular. O quizá con nadie el que no tiene esa suerte. Y quizá (más quizases) ese sea el objetivo real. Abrir la compuerta. Llevar el corazón en la manga como un as o una mancha de tomate y dejar que el mundo entre sin deformarlo por la tensión.
El Literapori veraniego: Libro recomendado de la semana
Hoy, en la recomendación del Literapori: Los pájaros de Bangkok, de Manuel Vázquez Montalbán (aquí, versión ebook).
Empecé a leer a Vázquez Montalbán porque, hasta donde yo sé, era el escritor favorito de mi tía, y cogí un libro de su colección, y acabé leyendo cuatro o cinco.
Son libros de detectives, asesinato, misterio, y mucha cocina (Montalbán podía describir una parada de metro y tenerte en el borde del asiento), con bastante acción y personajes carismáticos.
En este, encima, viajan a Tailandia. ¿Qué más se puede pedir?
Los 40 Principaliporis veraniegos: Música recomendada de la semana
Un poco de blues sudoroso de las tierras altas del Mississippi.
Escuchad todo lo que podáis de este tío y de la gente de esta región porque es increíble.
¡Adiós!
¡Gracias por leer!
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¡Hasta pronto!