En la montaña se me olvida mi nombre.
Si sigo subiendo, se me puede ir de la cabeza hasta que tengo algo que olvidar.
No sé.
Los pájaros cada vez más bajos. Los árboles cada vez más escasos. Los pasos cada vez más cortos.
Antes, en lo alto, esperaban los sabios. Donde el aire es menos. Quizá por eso es que eran sabios, porque sabían olvidar. Hay que subir la montaña y ya. Lo dijo Kerouac. O yo lo leí, al menos: "Porque al final, no recordarás el tiempo que pasaste trabajando en la oficina o cortando el césped. Escala esa maldita montaña."
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