México, México, México,
en Madrid se piensa mucho en ti,
por el sabor que tienen tus taquitos,
por tantas buenas que soñamos desde aquí.
Madrid, de Agustín Lara, modificado sin su permiso
¡Hola!
Escribo mi último Alipori desde México, con lágrimas en las puntas de los dedos. Este domingo tenemos que marchar de vuelta a España, precisamente en el Día Mundial del Taco.
Igual queda aburrido el texto. No tengo absolutamente nada malo que decir de la ciudad. Y ya lo dijo Tolstoy, "Todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera". Y probablemente lo mismo aplique a los textos, que cada texto feliz lo es de la misma aburridísima forma, pero cada texto infeliz es individual en su miseria.
Por eso pido perdón de antemano.
Y es que no hablo de México, hablo de mí en México, y eso es posible que no interese a mucha más gente que al protagonista/narrador. Pero ahí va, en cualquier caso.
La Ciudad es un coloso de unos 20 millones de personas. No es que los haya contado, pero por la calle se ve un chingo de gente, y habrá que fiarse de las autoridades, al menos para esto. Porque para otras cosas no, también es cierto.
Y es que podría hablar del alcantarillado que no funciona, de los baches que parecen entradas de metro, del metro real atestado como una maleta o de las aceras más onduladas que las patatas rizadas, pero prefiero no hacerlo. Ese estereotipo ya está ahí, y para qué colaborar a algo que no es ni lo único, ni, para mí, lo más importante. Sin ir más lejos, he visto más ratas en un paseito por Londres que en toda mi estancia aquí.
Hay una forma de hablar ingeniosa y alegre, una interacción social valiosísima y no actuada hasta yendo a comprar el pan, un buen humor general bajando a sacar la basura que no hay en Suiza en el punto álgido de las fiestas, una apertura a la novedad en la que (casi) todo lo nuevo o foráneo es aceptado, y, sobre todo, un amor por lo bello que aparece en cada estrato social y en cada muestra pública. Desde los letreros llenos de color, los árboles morados, rojos y ridículamente verdes, las decenas de galerías novedosas en viejas casonas ex-abandonadas, hasta las propias tradiciones populares, como el día de muertos, con las tumbas y las ciudades y los pueblos repletos de flores naranjas y dibujos y cariño y cercanía al muerto, o las posadas navideñas, con sus piñatas y sus fiestas y sus flores ahora rojas.
Hemos conocido a gente muy amable, que nos ha recibido desde el día uno, organizando planes e invitándonos como a uno más. Creo que eso nunca lo había vivido antes, y dicen que es de bien nacido ser agradecido.
Y lo hemos hablado. ¿Volveremos? Ojalá, pero quién sabe. También dicen que “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, pero bueno, la gente se equivoca mucho.
También a quien madruga dios le ayuda, pero no por mucho madrugar amanece más temprano.
¿Quién sabe nada?
Y aunque me tenga que ir de esta ciudad que adoré, lo cierto es que estoy muy ilusionado por lo que se viene. Pero de eso ya mejor hablo en el siguiente. Y en todos los siguientes, probablemente.
También pido perdón de antemano por eso.
¡Gracias por leer!
Un beso/abrazo/saludo a la distancia.