Quizá el anterior número, en el que anunciaba el embarazo de Blanca, sin ser un dominical del País, fue de los que más reacciones tuvo. De los que más gustó, diría.
Y hoy, aunque todo sigue bien, no tengo un gran alto ni un gran bajo que compartir.
La normalidad. Quizá eso sea lo mejor de todo, aunque la dejemos pasar porque hay que dejarla pasar. Porque no se va a quedar uno olfateando la arena de la playa del último verano ya en noviembre. Pero viene bien, a veces, apreciar esa normalidad. Lentito y luego que se vaya, que entre la normalidad nueva.
Al menos eso estoy pensando ahora.
Ejemplos:
Una niña que piensa que una vaca se ha comido su chupete y llora y llora pero al mismo tiempo chulea de su amiga vaca y está alegre. Un libro cogiendo polvo desde hace meses en la mesilla. El cepillo goteando desde la taza. El regurgitar grave del lavavajillas generando platos limpios como un milagro. La bombillita cling dando luz en medio de la noche. Una mesa de bar que se tambalea y la servilleta que no limpia. El café echando humo hacia ningún sitio. Un coche pitando y un árbol que tiembla bajo el viento.
¿Menos importante?
Quién sabe.
Yo, desde luego, no.
Por otro lado, llevo un tiempo un poco en modo debate interno con el Alipori.
Por una parte, me gusta este formato de diario público improvisado cada dos jueves por la mañana. Creo que es bueno para mí mostrar así mi intestino y practicar las manos. Y creo que puede serlo también para el que lo lee. Los procesos por los que pasa uno son por los que pasamos todos, casi siempre. Ver que otro también caga mal cuando está nervioso, o que meses después de un evento sigue obsesionado con él, ayuda a ver que no estás solo. O que lo estás menos.
Pero, por otra parte, quiero también que estos correos me sirvan para crecer a nivel carrera literaria. Pero gasto mi tiempo escribiendo y corrigiendo a full, y trabajando en cosas que no me gustan pero igual cansan, y no me da la vida para mantener Alipori y añadir otra cosa.
Me debato entre, en septiembre, cambiar a un formato más “nicho”, porque este es un newsletter irrecomendable, al, a veces, ser tan personal. Pero lo que menos me gusta en el mundo es “explicar”, contar la vida de un escritor, un evento, etc.
No sé.
O hacer uno de cada tipo cada semana.
¿Algún consejo?
¡Gracias!
Un abrazo/beso