El Alipori - Newsletter de Alfonso Portabales - Publicación #6
Los diccionarios definen el alipori muy escuetamente como «vergüenza ajena». Yo diría que se trata de algo más: al bochorno que nos produce la conducta penosa del prójimo añade el alipori una impresión fantasmagórica de culpabilidad, un sentimiento urticante que nos abruma y ofende. Vergüenza ajena nos produce el señor que se pedorrea en público; alipori nos produce el comensal parlanchín que comparte mesa con nosotros y, tras pedorrearse, nos lanza un guiño de connivencia antes de proseguir su perorata, como si fuésemos nosotros mismos quienes no controlamos las emanaciones de nuestros esfínteres.- Juan Manuel de PradaHoy:IntroducciónEl atasco internoLa carta de despedida de la mujer de Carl SaganEnlaces (Música, libros, y películas) #6Menos mal que este newsletter no es de actualidad, porque, si no, con uno a la semana no me llegaba.Sigo distraído, mirando el magma de nubes que flota por el cielo, pensando y pensando en (probablemente) nada, dejando mi vida pasar como si fuera para siempre. Hay veces que no estoy seguro de si siquiera estoy pensando por mi cuenta, cuando es el ordenador el que ordena mis ideas. ¿Te interesa esto? ¿Y esto otro?
Lo peor es que sí, me suele interesar.El atasco internoEsta semana he estado pensando en una idea muy simple: nadie se identifica con un atasco. De todos los coches que forman parte de un atasco, no habrá uno solo pilotado por alguien que piense "Soy parte de un atasco" en vez de "Joder, ya hay otro atasco", como si fuese un ente ajeno, con voluntad propia.De igual manera, nadie piensa en sí mismo como masa, sino como individuo. "Es que la gente..." "Es que la peña..." Suelo pensar que los demás son parte de un grupo, y, por lo tanto, predecibles y controlables, mientas que yo soy un individuo tan único y propio como el que más.Rara vez me paro a pensar en la complejidad de los demás. Este, como tantos otros de los "fallos" de percepción del cerebro humano, probablemente se deba a un mecanismo de protección, tan útil como cualquier otro, para evitar que nos sintamos abrumados de manera constante por la multiplicidad de vidas, percepciones, sentimientos, apegos, pasados... que nos rodean en cualquier sitio, sea un supermercado, una plaza, o un vagón de metro.Cada vez que experimento, aunque sea por un instante, la sensación extraña de que los humanos que me rodean están tan vivos como yo - aunque parece obvio, saberlo de verdad, con las tripas, no es algo evidente - siento que al mismo tiempo abruma y libera. Abruma en el sentido de que es demasiada información para comprenderla con el cerebro - aunque tantas cosas se pueden entender sin analizarlas racionalmente, interiorizándolas con la piel - , y me es liberador en el sentido de, de repente, acordarme de que soy tan pequeño, tan uno más y que, aunque oiga al señor que piensa dentro de mí - mis pensamientos, que no son yo, ya que puedo analizarlos - mi vida es tan - o tan poco - importante como la de cualquier otro.
La carta de adiós de Ann Druyan a Carl Sagan
Ann Druyan fue una escritora, activista y guionista que se especializó en divulgación científica, en particular en temas de investigación espacial y cosmología. Fue durante muchos años la mujer de Carl Sagan, y coescribió con él varios libros.
Ambos se hicieron famosos a nivel global gracias a la serie documental Cosmos, de la que ambos fueron creadores, y que Sagan presentaba.
Sagan era un defensor del enfoque crítico a la realidad y tenía un enfoque racionalista al mundo en contra de las supersticiones y de las creencias que no se podían demostrar, o siquiera conjeturar de manera razonable. No era un hombre religioso, lo que en EEUU, incluso hoy en día, no deja de ser un shock.
Cuando Sagan murió, Ann Druyan escribió una carta preciosa de despedida, muy valiente. Me parece que la idea que transmite - lo frágil que es todo y lo mucho que hay que disfrutarlo, precisamente por esa fragilidad - me parece importantísima.
Esta es la carta traducida por mí:
Cuando mi marido murió, como era tan famoso y conocido por no ser creyente, mucha gente se me acercaba -todavía ocurre a veces- y me preguntaba si Carl cambió al final de sus días y se hizo creyente. También me preguntan con frecuencia si creo que le volveré a ver.
Carl afrontó su muerte con un valor inquebrantable y nunca buscó refugio en las ilusiones. La gran tragedia era que ambos sabíamos que no volveríamos a vernos. No creo que me vuelva a reunir con Carl, pero lo mejor es que cuando estuvimos juntos, durante casi veinte años, vivimos con una vívida apreciación de lo breve y preciosa que es la vida. Nunca trivializamos el significado de la muerte fingiendo que fuera otra cosa que una despedida final.
Cada momento en que estábamos vivos y juntos era milagroso, pero no milagroso en el sentido de inexplicable o sobrenatural. Sabíamos que éramos beneficiarios del azar... Que el puro azar pudiese ser tan generoso y tan amable... Que hubiésemos podido encontrarnos, como Carl escribió tan bellamente en Cosmos, ya sabes, en la vastedad del espacio y la inmensidad del tiempo... Que pudiéramos estar juntos durante veinte años. Eso es algo que me mantiene con fuerza y que es mucho más significativo...
El modo en que me trató y el modo en que yo le traté, el modo en que nos cuidamos el uno al otro y a nuestra familia, mientras él vivió. Eso es mucho más importante que la idea de que lo veré algún día. No creo que vuelva a ver a Carl. Pero lo vi. Nos vimos el uno al otro. Nos encontramos en el cosmos, y eso fue maravilloso.
Enlaces (Música, libros, y películas) #6
Red Hot Chili Peppers saca mañana nuevo disco, con John Frusciante de vuelta, ¡16 años después! No sé qué esperar, pero tengo ganas de oírlo. Este es el adelanto. No tiene mala pinta de momento.
Estoy leyendo el libro Tan Poca Vida, de Hanya Yanagihara, que me está pareciendo una preciosidad. Es un tocho (unas mil páginas), pero por ahora se deja leer, como los buenos libros, como un río, como si alguien te estuviese contando una historia de unos conocidos.
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¡Gracias!
Una semana más, muchas gracias por leer.
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