Los diccionarios definen el alipori muy escuetamente como «vergüenza ajena». Yo diría que se trata de algo más: al bochorno que nos produce la conducta penosa del prójimo añade el alipori una impresión fantasmagórica de culpabilidad, un sentimiento urticante que nos abruma y ofende. Vergüenza ajena nos produce el señor que se pedorrea en público; alipori nos produce el comensal parlanchín que comparte mesa con nosotros y, tras pedorrearse, nos lanza un guiño de connivencia antes de proseguir su perorata, como si fuésemos nosotros mismos quienes no controlamos las emanaciones de nuestros esfínteres.- Juan Manuel de PradaHoy:IntroducciónEl atasco internoLa carta de despedida de la mujer de Carl SaganEnlaces (Música, libros, y películas) #6Menos mal que este newsletter no es de actualidad, porque, si no, con uno a la semana no me llegaba.Sigo distraído, mirando el magma de nubes que flota por el cielo, pensando y pensando en (probablemente) nada, dejando mi vida pasar como si fuera para siempre. Hay veces que no estoy seguro de si siquiera estoy pensando por mi cuenta, cuando es el ordenador el que ordena mis ideas. ¿Te interesa esto? ¿Y esto otro? Lo peor es que sí, me suele interesar.El atasco internoEsta semana he estado pensando en una idea muy simple: nadie se identifica con un atasco. De todos los coches que forman parte de un atasco, no habrá uno solo pilotado por alguien que piense "Soy parte de un atasco" en vez de "Joder, ya hay otro atasco", como si fuese un ente ajeno, con voluntad propia.De igual manera, nadie piensa en sí mismo como masa, sino como individuo. "Es que la gente..." "Es que la peña..." Suelo pensar que los demás son parte de un grupo, y, por lo tanto, predecibles y controlables, mientas que yo soy un individuo tan único y propio como el que más.Rara vez me paro a pensar en la complejidad de los demás. Este, como tantos otros de los "fallos" de percepción del cerebro humano, probablemente se deba a un mecanismo de protección, tan útil como cualquier otro, para evitar que nos sintamos abrumados de manera constante por la multiplicidad de vidas, percepciones, sentimientos, apegos, pasados... que nos rodean en cualquier sitio, sea un supermercado, una plaza, o un vagón de metro.Cada vez que experimento, aunque sea por un instante, la sensación extraña de que los humanos que me rodean están tan vivos como yo - aunque parece obvio, saberlo de verdad, con las tripas, no es algo evidente - siento que al mismo tiempo abruma y libera. Abruma en el sentido de que es demasiada información para comprenderla con el cerebro - aunque tantas cosas se pueden entender sin analizarlas racionalmente, interiorizándolas con la piel - , y me es liberador en el sentido de, de repente, acordarme de que soy tan pequeño, tan uno más y que, aunque oiga al señor que piensa dentro de mí - mis pensamientos, que no son yo, ya que puedo analizarlos - mi vida es tan - o tan poco - importante como la de cualquier otro.
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El Alipori - Newsletter de Alfonso Portabales…
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Los diccionarios definen el alipori muy escuetamente como «vergüenza ajena». Yo diría que se trata de algo más: al bochorno que nos produce la conducta penosa del prójimo añade el alipori una impresión fantasmagórica de culpabilidad, un sentimiento urticante que nos abruma y ofende. Vergüenza ajena nos produce el señor que se pedorrea en público; alipori nos produce el comensal parlanchín que comparte mesa con nosotros y, tras pedorrearse, nos lanza un guiño de connivencia antes de proseguir su perorata, como si fuésemos nosotros mismos quienes no controlamos las emanaciones de nuestros esfínteres.- Juan Manuel de PradaHoy:IntroducciónEl atasco internoLa carta de despedida de la mujer de Carl SaganEnlaces (Música, libros, y películas) #6Menos mal que este newsletter no es de actualidad, porque, si no, con uno a la semana no me llegaba.Sigo distraído, mirando el magma de nubes que flota por el cielo, pensando y pensando en (probablemente) nada, dejando mi vida pasar como si fuera para siempre. Hay veces que no estoy seguro de si siquiera estoy pensando por mi cuenta, cuando es el ordenador el que ordena mis ideas. ¿Te interesa esto? ¿Y esto otro? Lo peor es que sí, me suele interesar.El atasco internoEsta semana he estado pensando en una idea muy simple: nadie se identifica con un atasco. De todos los coches que forman parte de un atasco, no habrá uno solo pilotado por alguien que piense "Soy parte de un atasco" en vez de "Joder, ya hay otro atasco", como si fuese un ente ajeno, con voluntad propia.De igual manera, nadie piensa en sí mismo como masa, sino como individuo. "Es que la gente..." "Es que la peña..." Suelo pensar que los demás son parte de un grupo, y, por lo tanto, predecibles y controlables, mientas que yo soy un individuo tan único y propio como el que más.Rara vez me paro a pensar en la complejidad de los demás. Este, como tantos otros de los "fallos" de percepción del cerebro humano, probablemente se deba a un mecanismo de protección, tan útil como cualquier otro, para evitar que nos sintamos abrumados de manera constante por la multiplicidad de vidas, percepciones, sentimientos, apegos, pasados... que nos rodean en cualquier sitio, sea un supermercado, una plaza, o un vagón de metro.Cada vez que experimento, aunque sea por un instante, la sensación extraña de que los humanos que me rodean están tan vivos como yo - aunque parece obvio, saberlo de verdad, con las tripas, no es algo evidente - siento que al mismo tiempo abruma y libera. Abruma en el sentido de que es demasiada información para comprenderla con el cerebro - aunque tantas cosas se pueden entender sin analizarlas racionalmente, interiorizándolas con la piel - , y me es liberador en el sentido de, de repente, acordarme de que soy tan pequeño, tan uno más y que, aunque oiga al señor que piensa dentro de mí - mis pensamientos, que no son yo, ya que puedo analizarlos - mi vida es tan - o tan poco - importante como la de cualquier otro.